Oda a los Hombres de mar.

Carmen Formoso Lapido

                   

El hombre de mar, por naturaleza diferenciado,

es capaz de navegar con valor extraordinario

contra corriente, entre vientos huracanados,

manejando su navío contra marea y viento,

sin escorarse, sin ir a la deriva, capeando el temporal

con maniobras arriesgadas, hasta avistar un lugar seguro…

El hombre de mar cuando regresa a su puerto,

suspira melancólico por salir a navegar de nuevo,

espera la luna llena para volver a la mar,

preparado para absorber su luz a su mismo ritmo,

soñando con la aurora sobre el silencio

de una isla paradisíaca con rompientes de arrecifes

donde poder tumbarse sobre la arena,

viendo en lo alto las aves marinas desplegando

empujadas por los fuertes vientos …

El hombre de mar continuará navegando,

entre misericordiosas ocupaciones

manteniendo vivo su sueño de morir embriagado

con el viento rebelde que levanta salvajes diluvios …

No hay marco ni lindes en su rumbo…

¡Navegante de alta mar,

ya has hecho tu camino al navegar!

- Angustia mortal… ¿Escuchas mi voz?…  

Así será, hasta que llegues a tu último puerto

donde los que navegan por el océano,

los que, como tú, hicieron su propio camino

sin cruzar la fina línea que separa de lo absurdo,

como seres gigantes fortalecidos

que desgarran una luna de lujo

con recuerdos fragmentados deshinchados

para observar las endiosadas estrellas…

Piensa que del frio océano,

rompiendo el desafío y avivando el ego,

con afán ciego de un ocaso revivido,

obtendrá más  acierto que un aventurero...

Y mantiene su feliz apasionamiento

convencido de que en ese mundo infernal

sólo hay una cosa que adorar: la mar. 

-Agonía permanente… ¿Escuchas mi voz? …

Ya no recuerdas los naufragios sufridos, yo sí,

más de tres, que no es mucho habiendo dado

tantas veces la vuelta al mundo en tu barco,

eres un veterano superviviente con matrícula de honor…

 

Pero ahora tú, mi navegante, estás perdido,

a expensas de elementos que rugen, olas encrespadas,

ensordecedoras, fieras que azotan tu embarcación,

y tú, mi navegante, estás tumbado de espaldas

sin poder moverte, viendo tu barco a la deriva

sin poder hacer nada y sintiendo la muerte próxima…

Mi navegante se prepara para su último viaje… 

Levanta la vista hacia el cielo

y llega a ver nacer la luna

imaginando estar ante el señor de las profundidades.

Reza una oración mortuoria, y se deja llevar

como blanca ave marina posada en una vela…

 

Mi navegante solitario siente el empuje de las olas

que lo quieren arrastrar más allá de donde brilla el sol,

más allá de la senda negra donde todos los náufragos

esperan la llegada de los vientos alisios…

 -Hades… ¿Escuchas mi voz? …

Mi navegante solitario…

Este va a ser un largo viaje hacia el sur,

y vas solo en tu pequeño mundo de popa y proa,

ahora eres un navegante repentinamente viejo,

repentinamente cano, repentinamente cansado, 

que sólo escucha el soplar del viento

 y el rugir de olas hostiles con crestas gigantescas,

agarrado a una botella de whisky sin etiqueta,

 inmóvil, sin aflicción alguna,

 sintiendo como tu espíritu se rinde humildemente

 ante la realidad de una batalla

 que no puedes ganar al océano amenazante… 

Y mi navegante pasó así diez noches y once días,

cruzando sólo con su mirada el azul cielo,

 reconociendo los Astros y el Zodiaco,

 el Zenit, el Sol y la Luna, la Polar,

 en plana o bajamar, dispuesto a llegar

 donde los demás le esperan…

 -Poseidón… ¿Escuchas mi voz? …

 ¡Deja que llore mi tristeza

sobre los océanos del Norte y del Sur!

A mi hermano Luis.

CFL

.

  • Autor: Carmen Formoso Lapido (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de noviembre de 2012 a las 14:03
  • Comentario del autor sobre el poema: significa mucho, todo.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 42
  • Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Los marineros que sufren y penan con la mar amiga Carmen
    Grata lectura tus versos
    Saludos de sincera amistad y afecto
    Críspulo Cortés Cortés
    El Hombre de la Rosa



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