Es un pueblo, de los tantos que se encuentran en la sociedad, donde la vida es tranquila y sus habitantes en su mayoría son labradores de la tierra, por dedicarse a la agricultura, sus casas construidas de barro; son poseedoras de un amplio patio sembrados de hierbas medicinales y para la sazón de las comidas, cada casa, distan algo lejos, la una de la otra, en sus patios no falta una mata de mangos que en un exquisito fruto para degustarlos con mucho placer durante la tarde cuando se llega de cumplir el jornal.
Todos los días es una faena, donde se deshierba al campo, al cuido de la siembra y así su cosecha se más copiosa; cada poblador se dedica a la siembra de diferentes frutos, el maíz, el sorgo, el ají dulce el tomate, los que son compartidos entre ellos para su diario subsistir.
Don Ramón, por tradición siembra el maíz, que después de la cosecha y recolección, toda vez que lo seca, lo esgrana para proceder al pilado, por lo que queda las tusas, que apilada al lado de la cerca, que protege a la casa de las vacas y de los burros que su existencia es poca, pero los hay.
Don Ramón, hacía pareja con Eña Cluotilde, la que tiene dos hermosas hijas, las que responden a los nombres Ana e Isabel y cuentan con 19 y 20 años respectivamente, las que estaban dedicadas a los que haceres de la casa y en su tiempo libre hacen manualidades como bordar y cocer, y así transcurrían los días y años, con la esperanza de que llegara algún caballero soñado y les desposara.
Todas las tardes, merodeaba por la casa de Don Ramón, un burro negro, para comer tusas del maíz que se desgranaba, lo que provocaba que las perros de la casa se alborotaban y has rompía la cerca para tomar agua; esto molestaba visiblemente a Eña Cluotilde, y salía a corretear al burro, y lograba que se fuera, pero al poco rato, tenía la presencia de nuevo, del burro y volvía a corretearlo, y así pasaba toda la tarde sin lograr que el burro se retirara.
Doña Cleotilde, en conversación con su marido, le dijo: Ramón vamos a buscar solución, para correr a ese animal. ¿Cuál animal, mujer? Le responde Don Ramón; a ese burro tusero que viene todas las tardes a molestar aquí y rompe la cerca, y no le importa que le eche a los perros y le caiga a palo, y siempre vuelve y me hace perder toda la tarde corriéndolo, y el animal se va y al rato vuelve.
Don Ramón preocupado, se queda pensativo, y al poco rato le dice a su mujer; mañana resuelvo este problema, no te preocupes. Eña Cleotilde, se tranquiliza y se acuesta, y por la mañana muy temprano, voces de su marido en el patio, al asomarse, se percató que el lote de tusas ya no estaban en el sitio acostumbrado; y le pregunta a su marido, desde la ventana del cuarto, ¿qué hiciste con las tusas, Ramón? A los que responde Ramón; todas las quemé, y con eso soluciono el problema del burro tusero.
Pasaron los días sin novedad, ya el burro tusero, se retiró y no molesta, la vida en la casa de Don Ramón se respiraba clama, sin que nada alterara la tranquilidad de su hogar: Don Ramón salía y venía de su casa, durante las mañanas y regresaba durante la tardes; Eña Cleotilde se encontraba tranquila, sin que nada la perturbara; pero un día, observa a sus hijas que vestían temprano en la mañana, cosa inusual en ellas, las que luego de perifonearse, salían al fregadero, que estaba ubicado a un costado de la cerca de la casa,; preocupada Eña Cleotilde se queda pensativa.
Corrieron los días y ocurría lo mismo con Ana e Isabel, Eña Cleotilde, no encontraba explicación, y decía: Se ponen tan bonitas solo para fregar, no me calza en la cabeza.
Pero resultó, que un joven, Pedro, había estado piropeando a las muchachas, claro a escondidas de Eña Cleotilde, y Pedro todos los días legaba donde se encontraban Ana e Isabel; así, descubre la preocupada madre la conducta de sus hijas.
Así, pasaron varas semanas, que Pedro, alborotaba a las muchachas, y sin pesarlo dos veces, Eña Cleotilde, se decide hablar con Don Ramón, y lo hizo preocupada, diciéndole a su marido. Ramón, tenemos otro burro tusero merodeando, ¿qué podemos hacer?
Sorprendido Don Ramón, le responde, y afirma, pero si ya no tenemos tusas; pero en este caso no se trata de un animal, le dice Eña Cleotilde; y entonces ¿de qué se trata, mujer?,
Es Pedro, responde Cleotilde, el que tiene alborotada a las muchachas, y todos los días por la mañana, se va metiendo sin que nadie lo sienta, hace igual que el burro tusero, que corrimos.
Ah! Es pedro, el burro tusero, el que merodea la casa, bueno, dice Don Ramón, vamos a dar solución a esto, dice, a su mujer, arregle las maletas de las muchachas para que se salgan de las garras este burro, que las vamos a España para que estudien y se hagan mujeres de futuro.
De esta forma, comenta Don Ramón, corremos a este, Pedro, burro tusero.
Por: Manuel Palacios
- Autor: Manuel Palacios (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de diciembre de 2012 a las 22:36
- Categoría: Cuento
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