La semilla se dejó caer,
Allí donde era frágil y dulce el terreno
Cuando pequeñas cuevas tomaron lágrimas del cielo
Resguardándolas en su corazón.
Se tomó su propio tiempo…
Nadie acosó ni le dijo cuando debía brotar,
Todo estaba diseñado para que fuera
O para que alguien la pisoteara…
Sus tímidos brotes temblorosos parecían quebrarse,
Pero su fuerza y empuje la hizo levantar el rostro
Y de nuevo… una vez más…
La magia de la vida la llenó de poder con abrigados rayos,
Era allí donde estaba su destino, la suerte que anhelaba su alma.
Su tallo se tornó fuerte y soportaba todo el peso de sus ramas
Que como corriente enfurecida brotaban de su interior,
Tejidas con terciopelo por manos invisibles.
Se aferró a la madre que la consintió desde el primer día…
Su negro rostro hermoso y cálido,
Quien sería el sustento de su cuerpo y el de muchos,
A la vez que su propia tumba.
Mañana… siempre había una esperanza…
Aunque a ratos parecía bajar el rostro,
Pero un temprano rocío la renovaba cada día
Y en un instante, pequeños brotes dorados
Preñados de diminutos hijos, extendieron sus doradas alas
Agradeciendo al astro rey con su mirada de frente,
Donde el miedo a su poder no la quebrantaba.
Resultó ser una semilla mágica…
¿Acaso el hecho de parecer que existimos, no es un signo de magia?
Todos somos una pequeña semilla,
Nos aferramos a pedazos de jardín donde la generosa madre
Nos permite sobrevivir.
Algo había diferente en ésta pequeña niña,
Me planté en un sitio donde pudiera robar todos sus secretos
Descubriendo la simpleza de su vida,
Que se dejaba llevar de la corriente de su propio destino.
Antes del ocaso inició la oración,
Agachó el rostro, cuando el sol decidió que tenía una misión en otros Lares
Permaneciendo en actitud de sumisión,
Hasta que un madrigal de trinos, zumbidos y arrullos de palomas
Anunciaron de nuevo que el astro había retornado
Abriéndose paso como si brotara de la tierra o lo pariera el mar.
Ésta vez tenía una mirada altiva,
Sus pétalos dorados fueron barridos cada día por la brisa,
Un rostro a punto de estallar, mostró la providencia de una mano invisible,
Ofreció todo el aceite de su corazón… se entregó para que nuevas lámparas se encendieran,
Dejando nuevos hijos para otros: enseñando a todos que sin riego no habría cosecha alguna,
Y sin luz… no existirían los sueños.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 26/12
- Autor: Raquel ( Offline)
- Publicado: 6 de diciembre de 2012 a las 14:59
- Comentario del autor sobre el poema: Sin importar como amanezca nuestro día, en medio de las tormentas de la vida, siempre hallaremos una esperanza y las plantas, los animales, aún las calladas rocas tienen algo por decir en éste universo de sueños. Debemos ser agradecidos ante ese Dios que no vemos pero que podemos encontrar en todo lo que existe, y hacerlo vivir desde nuestro interior pues nuestro corazón es su nido y todos somos parte de su existencia.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 74
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, gerd, Jareth Cruz
Comentarios1
Genial y hermoso poema amiga Veronica
Un placer leer tus versos
Abrazos y amistad
Críspulo
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