Nada he de pedirte ya, mujer,
como antes hice
pensando que el amarte
me hacía tu dueño.
Son tuyas tus caricias
y tus besos eternos,
son tuyas tus miradas
y tus palabras en verso,
son tuyos tus abrazos
y tu cuerpo entero.
Ni siquiera, esos, tus piés,
que tanto amo,
y con los que acaricias la tierra
me pertenecen.
Hoy sé que no son raíces
que deban plantarse en mi suelo
sino alas que deben hacerte volar
hasta allá donde manden tus sueños.
Para darme cuenta sólo tuve que ver
cómo el árbol no le pide su compañía al Jilguero
ni la flor sus caricias al viento;
cómo el cielo no pide ser adornado por estrellas
ni la luna es solicitada por el firmamento.
Sin ebmargo, el árbol ama el canto del ave,
la flor ama el silvido del viento,
el cielo ama su parvada de luceros
y el firmamento ama a esa enorme bola de queso.
Pero el Jilguero ha de emigrar en invierno,
el viento no sopla en todo momento,
por la mañana no hay estrellas
y hay noches en que la luna no se asoma
ni en un menguante cuartito.
Y en esos momentos el árbol no llora,
la flor disfruta el tranquilo momento,
el cielo nos regala su más alegre azul
y el firmamento medita tranquilo y en silencio.
Así que ahora te ofrezco un amor más natural
que te sabrá bendecir
cuando decidas partir buscando
de tu alma el alimento
y que te recibirá a tu regreso
siempre feliz y con los brazos abiertos.
JCEM
- Autor: a77aque.jr (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de diciembre de 2012 a las 03:37
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 67
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