He morado por ese valle de lágrimas
que, muchas veces, te deja sin palabras,
cuando siente el corazón
conmoviendo las entrañas
y un agridulce sabor
que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
Me cobijé en el valor
que tienen las estatuas,
arte pulido en el frío mármol
mirándome sus caras
con un agridulce sabor
que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
Las piedras de las calles
van rezumando nostalgias,
de otros tiempos y otras cargas
que son hitos de verdes esmeraldas;
relámpagos del Sol, con agridulce sabor
que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
La lluvia que, me mojó,
no calaba en mis entrañas,
pero sí ese extraño calor
que deja el Sol
tras las nubes que corren desesperadas
y que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
Un cristo gótico que destaca
en un retablo rococó,
son arte y culturas anheladas
en un instante de esplendor,
pero, en dos siglos abandonadas
que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
Pero siguen las palomas
arrullando entre quebradas
y abruptas calles y plazas,
esperando que les den
un puñado de migajas
que, dejan penas, entre huellas tan descalzas.
No me vale el desconsuelo
ni las platicas diarias,
si no escucho una canción
de letras tan lejanas
que me saben a lo español
que, llevan alegría, entre huellas tan descalzas.
- Autor: jJAIME (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de diciembre de 2012 a las 21:29
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 55
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