La canción de la cosecha

Oscar Perez

La canción de la cosecha

 

Es hora de cantar, la creación nos llama,

elástica y sutil, eterna y sola,

es hora de crecer como la sombra del rocío

que alimenta en las entrañas de la tierra la semilla.

No más ofuscación por el que pierde el aeroplano,

las alas del amor llegan más lejos que la muerte,

no más constatación de lo que somos o no somos,

mejor lo que seremos que lo que nunca conseguimos.

Y al sol, al sol de las mareas y las tardes,

al sol de las batallas y de la obscena medianoche,

al sol hemos de hablar con las ventanas de los años,

de cuya enredadera no nos quedó sino aquel oro.

Es hora, pues, de arder, como el oxígeno en las nubes,

como el relámpago en la voz y el huracán en las arterias,

todo por ser el digno de la espada que libera,

todo por navegar el horizonte que los sueños paren.

El enemigo cae derretido si no hay armas,

el amigo se enamora de cada día en que te abraza.

Alcaldes, forjadores de metal o de castillos,

desnudos vestuaristas de la rosa en nuestros labios,

artísticos don nadie que en una copa se conocen

y en un amor recobran la alegoría de su triunfo,

a ustedes me dirijo, como a las damas que desnudo

con sólo imaginar aquella mano entre mis labios,

a ustedes les reclamo por lamentarse eternamente,

cuando en un trémulo fulgor toda la vida se consume.

Levanten la prisión en que detienen sus hogueras,

detengan la oclusión de sus esperas y esperanzas,

en nada va a ayudar que conservemos las tinieblas,

ya basta con el ciego que nos dirige desde siglos,

ya basta con la sal que han derramado en nuestra herida.

No es fácil, ya lo sé, porque no tiene explicaciones,

ni premios ni oración que nos permita ser más libres,

es simple voluntad que nos libera del ser musgo

o pájaros sin sur más que las fauces del coyote.

Pero te insisto, este es el mar y le hacen falta tus orillas,

tus olas, esas huellas que la nostalgia deposita

y aquellas patas de gaviota que se han grabado en tu epidermis.

No es simple, pero el plan no es extraviarse en naderías,

sino alzarse en el rumor de lo que cada uno sabe,

la gota con la gota hacen un charco

y el charco con el charco agua en la lluvia necesaria.

Que quemen tus caderas esos nublados pasadizos

y que en plena desnudez tenga el reloj en ti un regalo.

Te beso, ya te dejo, no tengo más que alzarme

por calles y balcones, por las montañas de tu ceño,

si nadie queda acá, será señal de que no es solo

sino contigo el nuevo rumbo que cada ser busca en sus aguas.

Humilde el infinito se prosterna ante nosotros,

hagámoslo también que así recogen nuestras manos este fruto.

 

http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/

 

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  • Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de diciembre de 2012 a las 14:54
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 86
  • Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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Comentarios +

Comentarios2

  • El Hombre de la Rosa

    La creación de la cosecha de vivir o de dejar hacer al anarquico ser que domina nuestras vidas amigo Óscar Pérez
    Saludos y amistad
    Feliz año 2013
    Críspulo... tu amigo.

  • Oscar Perez

    Sea el 2013 un buen año para las semillas, las que sembramos cuidadosamente y las que caen por azar en cualquier campo, un abrazo fraterno, Críspulo.-



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