Tras la cosecha de instructivos versos

 

No vale el tiempo de los hombres

si es que hablamos de escritura.

La escritura: es como el leño;

siervo del hogar y padre del fuego.

 

 

   ***   ***

 

Quizás ya llegó la hora

en que tantos versos olvidados

sean escuchados como corresponde.

Recuperen el escalón, situándose

en la adecuada posición dentro de la historia.

 

 

Pues, de saberse, hay hechos,

que todavía, los siglos, no vencieron,

y haber hay versar, cual resulta espejo

reflejando las cadenas,

que sujetan a diestros y a siniestros.

 

 

A su vez rememoran

aquel hacer merecedor de los hombres;

en cual manda, sanamente, 

la altruista y objetiva justicia,

la que es observada por unos ojos,

alejados del prisma egocéntrico,

cual por habilidosa y precisa,

vale, honradamente, para todos.

Y procura desentrañar; la raíz,

el por qué de los delincuentes y delitos,

las necesidades que imprescindibles acontecen,

para el mayor de los hombres

para sabios e ignorantes

y para infantes de mama y de leche.

 

 

Llegue ya una justicia

que indique los idénticos

y honrosos deberes,

que para todos debieran ser.

Aléjese cualquier vaticinio

que auspicie,

inadecuada, prescindible austeridad.

Aléjese el hambre de poder del hombre,

que da la muerte que no cabe

cuando el hombre se jacta de ser: humanidad.

 

 

Cabe recabar versos que donen;

su ritmo melodiosos, su tono intenso,

precisas pautas que procuren

no se olvidase, nunca muriese,

la fecha de un baile mestizo,

donde anudándose cualquier linaje

se derritieran los mármoles

convirtiéndose en un manto suave.

 

 

Cayendo, así mismo al suelo,

ineficientes máscaras de camuflados traidores,

de supuestos caballeros que trotan despiadados,

y no supieron,

de pasos responsables,

que solamente ambicionaron distancias y el galope.

Que éstos por fin, desenmascarados,

desistan de astutas perfidias,

de condecorar su banalidad,

de adular onanistamente su propio nombre.

De capear la opulencia de su vida

con el llanto horrible,

con la muerte a espada de otros hombres.

Que, al fin, dancen sin
ser grotescos,

¡como uno más de la familia!

junto al populacho bailen, los sones.

 

 

Versos que donen vigilia,

Donde las damas encuentren razones

para desestimaran su estirpe,

el gozo superfluo de cuerpos,

de pieles y piedras que sangran,

cuales guardan el dolor que hubo

al arrancársele a muchos pechos sus corazones.

 

 

Ya se esculpa la humildad en todo,

del humo campesino, de la gente labriega,

que ronde sonando, que se sepa

sobre el valioso trajín de las huellas plebeyas.

 

 

Ya se eluda el superficial placer cortesano,

la fina seda hilada por ancianos y niños,

el brillo hipócrita de pulseras, broches y anillos,

el lujo de tocados y peinados,

que pasean su teatro y su porte,

por anchas avenidas,

por explotadores comercios de empresarios,

que al obrero ahogan con sueldos precarios

y sus arcas llenan sin esfuerzo ni sudores.

 

 

Quiero ir pronto al baile,

donde claramente se descubran;

ansiados deseos, tantas semejanzas,

las virtudes que en la copa esperan,

a que atreviéndonos,

reconozcamos nuestra absurda miseria,

las deficiencias,

así desterrando las tontas vergüenzas

que a nuestras vidas empañan.

 

 

« Orgulloso me siento,

de las despreciadas y por la imbecilidad aberradas:

inocuas desnudeces.»

 

 

Espero la eternidad,

para de tantos versos,

útiles, claros mensajes.

Versos que, tintineando aviso de merienda, alertan,

avivan la mente; eficientes, la despiertan.

Y ante la belleza de los cuales;

unos ojos precisan repetir sus amables caricias,

se prestan a leerlos y releerlos,

se rinden a su maestría,

consideran que se deben a ellos.

 

 

Aguardo a la eternidad

para que proteja a los sueños

y a cada uno de los versos

que los recuerde.

 

 

318-omu G.S. (BCN-2013)