Debo dejarlo todo pero me custodian tus palabras,
me es necesario no pensar en ti pero te has hecho un teatro en mi alma.
Quisiera correr hacia el oriente donde no habitas,
desearía no barajar memorias cuando me solicitas.
¿Para qué hacerme de estuches si no iremos de viaje
y para qué vestirme de tibieza para despedir la tarde?
¿Para qué perfumar mi alcoba si tu ausencia es única
o hacerme de sillas de coro para arroparnos la música?
Me he sentado a pensar que me haría sin tu influencia,
si por un momento nunca hubiera visto tu apariencia.
De seguro hubiera un sumidero de profundas confesiones,
que desubicarían estos afanes y emociones.
Sentarme en esta cátedra es martirio a mis pensamientos
porque más elevada que mi inclinación es el arrepentimiento.
No pretenderé enterrar mi corazón en espacios subterráneos
que algún día se descubrirá para ser leído.
Correré para no tener que excavar mi propia vida
y al mismo tiempo volaré hacia ti en seguida.
Esta cámara episcopal me es fractura a mis labios
cuando no estás para prohibir mis pecados.
Resucítame, amor, pues me siento morir,
vuélveme la existencia pues solo tus ojos me corrigen.
Desalójame la equidad, pues no se de paz sin ti
y en mi descenso, asfíxiame con la justicia.
Daniel Badillo
- Autor: Daniel Badillo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de enero de 2013 a las 08:46
- Categoría: Amor
- Lecturas: 28
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