1- SUAVE ALMA
Te amo en el vibrar
silencioso del abanico
entre el sigilo de las ramas caucas.
Algo de la verde foresta
te implantó acuarelas
de pinos y bajo mis pies
recogí hojas de estío.
Te amo en tu país de sombras
o de grillos,
en el giro de tu boca
repartiendo felicidad en gritos.
Te amo al límite del dolor profundo,
en la comunión de las aves amarillas
perpetuadas en el cielo.
En la castidad de tus manos
doblando girasoles,
en los campos de agua magna
donde aclaré la inútil vergüenza
de extraviarme en tu propio pelo.
Con sales de olas amo
tu piel de salvaje begonia
hasta las espinas que lleva tu espalda,
y en el dominio de tu boca
ensanchada de plata
desde los crepúsculos
hasta los ocasos,
donde el misterio del viento
hincha sus rosados pómulos y
sopla horizontal la nave
de dos velas jalonadas.
Del tiempo que la música
se enamoro del sonido
y nació el hijo digno que llamaron canto.
Te amo aun en los muros de la fusilaría
donde la palabra es un rumor mudo.
De mi dolor que se esfumina
mientras remiendas mis pantalones
con manos artesanales.
Tienes la formula exacta para llegar a mis talones
y soplar hasta mi cuello vuelo de libres mariposas.
¡Amo!
Ningún pie amé antes que tu paso.
en las décadas que frecuentaba los puertos,
hoy abandone viejos retratos
desde que llegaste con tus mareas.
Te sigo con marcha leal tras las fronteras
hasta el espacio que crió tu cabellera.
Juntos tallamos viejos maderos resucitados
renovando fuerza en nuestras venas.
Bajo un cielo azul compañera,
las trenzas de la lluvia
guardaron tus lágrimas en el libro de la tierra
y en el árbol de la memoria
plantado en nuestro jardín de diamantes,
donde veo brillar tu sombra.
Cincelé un trozo de viva madera
grabando tu nombre,
con la fuerza de mis manos
y la suavidad que habita tu alma.
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3- PRISIONERO
Sin Dios y
sin playa.
Sin una horizontal raya
de panorame en la visión.
Dentro de la vertical de los metales,
ciego de luces en su dimito espacio
el aire empobrecido respiraba ahogado
aroma a flores plásticas sin nombres.
Rescata los recuerdos húmedos de su amada
que sobrelleva en lejania su vida cautiva.
Del tiempo del parral era su pelo de ambrosía
que aliviaba la pena en su mirada extraviada.
Aceptó la condena entre barrotes oxidados
al momento que evocaba sus manos alucinado.
La luna compañera se recostó a su lado,
mientras recuperaba fragmentos de soles,
cartas plagadas del amor de quien lo amaba
y un sello de lacre en dos rojos labiales.
Un día desenredando el hilo de la vida
lo halló con maligna sonrisa la guillotina.
- Autor: RICARDO ALVAREZ ( Offline)
- Publicado: 5 de febrero de 2013 a las 09:49
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 144
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios2
Una genialidad de poema estimado amigo Ricardo
Saludos
gracias estimado amigo. mis saludos. ricardo
Ahhhhh!!! me muero!! cada vez más poesía Richard!!!!
Besos mi querido amigazo!!!
no te mueras nunca Su. gracias querida amigaza, pestaña de la farola iluminada, recostada en su redondo metal, escrudiñas con la mirada,
el tiempo del calendario caminando la baldosa, siempre hay vida en tu sonoro arrabal y la herida en la laxitud de la gasa. besos. ricardo
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