Las lágrimas, amada, que torrencialmente brotan de mis atormentados ojos, no son de alegría como la que experimentamos en el espectáculo humorístico que tanto nos hizo sonreír, sino de tristeza, de mayúscula tristeza, por verte partir al extranjero, débil de salud, y no poderte acompañar para llenarte de mimos en tu lecho de enferma.
Pero tú sabes, amada, que espiritualmente estoy contigo y siento tu sufrimiento como propio.
No cesa ese llanto, amada mía, externo —copioso y quemante- e interno
-doloroso, cual si tuviera en mi cuerpo afilados cuchillos- que ya es cotidiano en mi vida.
Parecen bíblicas esas lágrimas, amada, como las de Jeremías. Y no es que broten porque te has muerto, sino por lo inexplicable de tu ausencia.
Y pensar que ya no tengo quien las seque ¿O sí?
¿Sabías que Las lágrimas son capaces de ablandar un diamante?
De Ofrenda Lírica a Briceida, mi esposa.
- Autor: rodulfogonzalez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 9 de febrero de 2013 a las 10:21
- Categoría: Amor
- Lecturas: 36
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