El día soñado
Un día a los ángeles les quitaron las alas,
desde entonces es que vagan convertidos en mortales,
en vagos, en tahúres, en tristes proxenetas
y algunos, ya avezados, en ministros de la corte.
También las hay floristas, maestras, mendicantes
y algunas ya muy tristes matronas de cien hijos.
En muchos es notoria la nostalgia de esas alas,
pues miran permanentemente el cielo y sus dibujos,
los viajes de las nubes, los pájaros viajeros
y viven embobados en sueños imposibles.
En otros no se nota, pues no guardan memoria
ni del glorioso vuelo ni de la azul altura,
sencillamente marchan a sitios que no estiman
y cumplen con funciones que nunca han esperado,
y terminan una tarde como un paraguas roto
en el fondo de un abismo o en un mueble enmohecido.
Los más no entienden nada, no preguntan
por qué las tardes lloran, por qué hay pobres
y huérfanos y presos y prestos mercaderes
que alhajan la desdicha con florcitas de colores,
con hostias, con fusiles, con manchas en la cama.
Y duermen y despiertan igualmente dormidos,
así marchan a sus puestos, presumidos por las calles,
detrás de un escritorio, con unos timbres a su alcance,
o son palas o son libros con que escarban en la historia
tan sólo para echar más y más tierra en el olvido,
en la memoria, en el legado de otros bípedos celestes,
de otros nimbos de visión menos estrecha que sus ceños.
Algunos piensan en volver gracias a múltiples plegarias,
a golpes de cilicio, a vidas de silencio diario,
otros a fuerza de imprecar al tosco cielo,
de agitarse en la sal de sus plumas arrancadas,
en el dolor de un ave que no puede con el vuelo,
de un cuervo o de un halcón que roban uvas, quesos, magisterios
y caen al final al mismo lecho en que no duermen.
Algunos se resignan a ser mansos,
a amar una mujer, a tener lujos,
a huir de la ciudad cada verano,
a parpadear cuando el recuerdo arda en los ojos,
a lagrimear semi escondidos en un auto,
a no decirle nada al que está al lado y también llora.
Todos lloramos, en fin, ángeles, bestias,
conscientes o inconscientes, libres, viudos,
erráticos de ser lo que no fuimos,
ansiosos de un lugar que nos libere.
Ni el cielo nos espera pues caímos,
ni en tierra hallamos paz a nuestras culpas.
Las alas volverán tan sólo un día,
y quizá eso ya pasó y ni lo supimos,
quizá esté por pasar y no aprendemos
pues damos en rumiar sólo tristezas,
en no vencer el miedo siendo grandes,
en no tender un puente por cobardes,
quizá ya pasará y nos halle listos,
es esta lección, perdimos todo,
lo que no puede suceder es que en las calles
también a nosotros mismos nos demos por perdidos.
El ángel que yo fui siempre regresa,
sólo soy yo el que se distrae con poemas y soñando.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
17 02 13
- Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de febrero de 2013 a las 16:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 114
- Usuarios favoritos de este poema: lindaestrella
Comentarios2
Me gustó tu poema, esos ángeles vagan en este mundo, unos son reales, otros solo pasan y el ángel que cada uno lleva, ése, ése es el que nos salva . . . saludos!
Entonces que nos acompañen siempre, y nosotros a ellos, que hasta a un ángel le hace bien la compañía y los saludos. Un abrazo fraterno para ti.-
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