Desde que llegaste a mi humilde covacha de eremita, bien mío, hace un milenio, te convertiste en un ser al cual, a pesar de vivir a la orilla contraria a la mía, separadas ambas por mil leguas de aguas marinas, le rindo pleitesía en el pedestal de amor donde te he situado.
En ese recinto sacro, siempre iluminado por luces de colores sublimes, te invoco en mis oraciones para sentirte, soñarte, acariciarte cuando te marchas a tu distante morada, cercana poéticamente a mi covacha pero distante en tiempo real.
Estás, bien mío, aposentada plácidamente en lo más recóndito de mi corazón.
Esa devoción por ti -¿Es recíproca?- hace reverdecer los alicaídos árboles de mi otoño sin fin y bajo su deliciosa sombra, oyendo el alborozado cántico de las avecillas silvestres, te imagino acompañándome en el disfrute de la naturaleza, espléndida y sabia, amorosa y saludable.
Hotel Concorde, Buenos Aires, Argentina, marzo de 2012.
- Autor: rodulfogonzalez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de marzo de 2013 a las 09:21
- Categoría: Amor
- Lecturas: 45
- Usuarios favoritos de este poema: Maria Hodunok., ADOLFO CESAR MARCELLO
Comentarios1
MUY BUEN ESCRITO POETA, me ha gustado mucho
por tu manera delicada de hablar a tu amada, muy
delicado y suave.
CARIÑITOS DEL ALMA.
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