Luna Nueva

Luna Nueva

Tú no sabes, quizá, el efecto

provocado ante la ausencia

de tus ojos en mi patio;

pero hoy,

al regresar y buscar tu aroma

-como siempre-

en las hojas caídas de los árboles,

me he sentido como un perro

al que se le ha muerto el amo,

y mi olfato se ha perdido con el viento

que se va licuado entre esas hojas.

Tú no conoces, no, de humedades

dejadas por la lluvia sobre el pasto,

ni te importa que la esencia que me daba

tu mirada

hoy ha sido arrasada por el agua

-toda, toda, la arrasó... la arrasó-

Encierro mis ansias en el cuarto

donde antes siempre me buscabas;

sentado frente al sol del mediodía,

intento dibujarte a contraluz

sobre el vano de la puerta

mientras tu sonrisa vaticina

aquella petición de todas las mañanas.

Y entonces me vuelvo un lobo diurno

aullando inútilmente

las letras hermosas de tu nombre;

las tomo suavemente entre mis manos

y con ellas trémulo construyo

El Altar del Cielo.

Me refugio en el placebo provocado

a la memoria de tus pies descalzos;

y de aquella reverencia que te hice

al cubrirlos con amor ante tu dios.

Mi última plegaria es frente al ancla

que el hada de la cruz me regaló.

Pero que ahora sólo me hunde más

en esta maldita oscuridad

convertida en ácido sobre mis huesos.

¿Algún día te darás cuenta

de toda la tierra que sacaste de mi tumba?

Y es que aquí el cenit ya fue flechado

desde hace horas...

y nunca me atreví a hacerte

la mágica pregunta:

Dime, niña, si para alumbrar mis noches

alguna vez querrás tú acaso

ser mi luna...

Z. Gómez