Siento tu presencia, aun, te siento como humo a mi espalda, desfilando por mi columna, incansable, firme, fugaz… Arrojando en mi nuca húmedos pellizcos de una boca insaciable, ansiosa de seguir consumiendo mis venas, mi alma…
Tu barroca lengua continúa siendo el hábil conducto que une tu sed y mi cáliz. Lo hace cuando, como nadie, acaricia las palabras que deja pendidas en el lóbulo de mi oreja. Lo hace, cuando candente y rigurosa trabajaba mi piel. Lo hace, incluso, cuando guarda silencio…
Porque entonces son otras partes de ti las que hablan. Son tus ojos, cubiertos eternamente de noche, del mismo hollín que conforma tu ser, los que derrumban las murallas de mi alma.
Tus manos, cepos asidos a mi cintura, cuyos dienten se esmeran en corromper mis vestimentas plasmando en ellas mi derrota. Siniestros, desmoronan el cordón de mi corsé, saltando de la libertad que me separa de ti, a la asfixia que conlleva tu abrazo eterno. Imperantes, desgranan los broches de mi blusa, rasgando la tela como habrás de rasgar mi existencia, tomando de ellos, como de mi, una dádiva más.
Ha de ser esta, galardón que de nuevo incendie tu ego, seña estoica de tu gélido cuerpo apoderándose del mío, del que ya no es tan mío, del que habré de exprimir el último aliento, por salvarme de ti, empuñando a escondidas mi venganza.
Continuará...
- Autor: Sepulcro ( Offline)
- Publicado: 26 de marzo de 2013 a las 20:55
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 65
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