BRUNO Y ÁGATA
Vivía Ágata, en la granja, de un pueblito de calles empedradas, donde todas las casas eran blancas, con techos de tejas rojas, algunas adornadas con jaulas que tenían pajarillos y otras con enredaderas que subían por los balcones.
Ágata, era una ratoncita blanca, con grandes ojos redondos y vivarachos, color miel, a los que enmarcaban unas grandes pestañas.
Vestía faldas, que ella misma confeccionaba, con pétalos de las rosas de su jardín, y las blusas que usaba, parecían bordadas de encaje, hechas con las flores de los alhelíes aromáticos, que temprano buscaba en las praderas.
Así, su ropa siempre estaba en buen estado y con un agradable aroma fresco y natural, como las azucenas.
En el oriente de la granja, cerca de un frondoso naranjo, que cuando estaba en flor, perfumaba con sus azahares, se encontraba la casa de la ratoncita. Para poder llegar hasta la puerta, había que entrar por un caminito que siempre olía a tierra mojada, porque Ágata, salía antes que se despertara el Sol, a barrerlo y a regar las flores que a los lados, ella sembraba y daban la bienvenida a quien la fuera a visitar
Dentro, en la cocina, sobre una estufa de leña, cocinaba Ágata sus alimentos, los cuales tomaba de una gran alacena, donde los tenía almacenados. Ahí se podía encontrar una multitud diferente de semillas, divididas en cajitas, diversos vegetales, algunos trocitos de queso muy bien guardados en frascos con etiquetas, pan dulce en bolsitas, todo en su lugar, muy bien acomodado.
En la sala, había unos confortables sillones cafés y un tapete verde, tejido con musgo, que Ágata, había recogido de un bosque cercano. Del techo, colgaba un hermoso candil, que ella fabricó con cuentas transparentes de vidrio, de un collar que se encontró en la calle, y curiosamente las unió con hilos de telarañas, que le regaló su vecina Carlota, una vieja araña que vivía en un rincón del jardín. Y así, bajo la luz de ese candil, por las noches se sentaban las dos a platicar y a tomar el té, pues hacía tiempo eran muy buenas amigas.
Un frío día, Ágata, fue al campo a buscar unas zanahorias para cocinar un caldo, y encontró una muy grande, tan grande, que cuando la sacó de la tierra… ¡se fue de espaldas y cayó sentada!
Del gran agujero que dejó en el suelo, al arrancar la zanahoria, apareció Bruno, un topo gris, bigotón, sucio, empolvado, maloliente, y con gruesos anteojos.
Frunciendo el ceño, y refunfuñando, se asomó para ver quien había sacado de la tierra, su zanahoria preferida, y que con tanto esmero, había cultivado.
El señor Topo, tenía muy mal genio, decía que la vida era muy fea, siempre estaba renegando por todo, y según él estaba ciego, que no lograba ver nada, hasta usaba un bastón para esquivar los objetos a su paso y no tropezar, (quizá no veía porque vivía en túneles oscuros bajo la tierra). Pero esta vez, afuera de los túneles y con la luz del día, nunca se imaginó ver a la linda Ágata, sentada en el suelo, cubierta de polvo y aún con las hojas de la zanahoria en las manos!
Al verla, quiso soltar una carcajada, pero se contuvo y pensó que estaba mal reírse un caballero como él, de una dama tan bonita, como ella.
De prisa, salió Bruno de aquel agujero, se presentó, y ayudó a Ágata a ponerse en pie, sacudió el polvo de su ropa, (que más la manchó con sus sucias manos), y le dijo que podía llevarse la zanahoria, pero, como la ratoncita se había lastimado un tobillo al caer, no podía llevar la zanahoria y los demás vegetales que había recolectado en su canasta, hasta su casa, y entonces, el señor Topo, como todo un caballero, le ofreció su ayuda y acompañó a la ratoncita hasta su hogar.
Se sorprendió al ver una casa tan limpia y ordenada, llena de flores. Además, desde que vió a Ágata, a través de sus sucios anteojos, le pareció la ratoncita más bella que había en el campo. (A pesar de no poder ver nada… según él). Ágata, agradeció a Bruno el haberla acompañado y haber cargado la canasta con los alimentos hasta su casa y lo invitó a pasar a tomar chocolate caliente y pan, junto al fuego de la chimenea, pues hacía mucho frío.
Al día siguiente, Ágata, muy temprano sin pensar en lo acontecido del pasado día, inició sus labores cotidianas, aunque un poco adolorida de su tobillo.
Pero Bruno…, no dejaba de pensar en ella, en lo bien que olía y en su casita tan limpia y ordenada. Y rápidamente, buscó su escoba y se puso a limpiar toda su madriguera, y a ordenar sus muebles. Hizo tanto polvo, que hasta tos le dio!. Terminó más sucio de lo que ya estaba, y cuando ya estuvo toda la casa reluciente, puso toda su ropa sucia en un costal y se fue por una veredita de helechos hasta el cristalino río.
Al señor Topo, no le gustaba nada el agua, pero pensando en Ágata, y aunque hacía frío, lavó toda su ropa y después, se bañó!!, también limpió sus gruesos anteojos, con los cuales, cuando regresó del río, pudo ver muchas mariposas, unas orugas comiendo sobre unas hojas, pájaros alimentando a sus polluelos y un enorme desfile de hormigas caminando con mucha prisa., y pensó:
!!! que linda es la vida!!
Y colgó su bastón en un árbol de manzanas, pues ya no lo necesitó.
Pobre Bruno, sin saberlo, el amor lo había transformado, y sin querer, se había enamorado de Ágata!
Una tarde, se puso un pantalón azul y una camisa blanca muy limpia y se fue al bosque a buscar una bellas flores de colores , las cuales le llevó a Ágata.
Al llegar a la casa de la ratoncita, se arregló la corbata, se volvió a peinar, se acomodó el saco y tocó en la puerta. Cuando Ágata salió, no lo reconoció, por estar tan bien arreglado, y sin bastón, pero Bruno, ya con sus anteojos limpios y sin lagañas en los ojos porque se bañó, pudo ver que Ágata era más hermosa que un ángel.
Cuando la saludó, la ratoncita supo que era Bruno, y que ya limpio, era un apuesto y juvenil caballero y otra vez lo invitó a pasar a su casa. Bruno le entregó las flores y Ágata se lo agradeció y las puso en un florero en el centro de la mesa.
Platicaron hasta que empezaron a cantar los grillos y brillaron las estrellas en el cielo, se contaron sus vidas y acordaron ser buenos amigos y visitarse mutuamente.
Así, pasaron muchos días y Bruno visitaba a Ágata y Ágata iba a la casa de Bruno, la cual, ahora estaba muy limpia y ordenada y hasta él mismo, horneaba las galletas para merendar, con una receta que le pidió a su abuela Chabela.
Así pasó despacio el tiempo, y una cálida tarde de Primavera, paseando por la orilla del río, Bruno, le agradeció a Ágata, el haberlo hecho un topo alegre, limpio y ordenado y le pidió que fuera su esposa, a lo cual la ratoncita accedió feliz, y ella le agradeció por su compañía, por las bellas flores que a diario le llevaba y por quererla tanto.
Y cuando el Sol se estaba ocultando en el horizonte, sellaron su compromiso de amor… con un gran beso.
FIN
Claudia Alhelí Castillo
29-03-13
Vivía Ágata, en la granja, de un pueblito de calles empedradas, donde todas las casas eran blancas, con techos de tejas rojas, algunas adornadas con jaulas que tenían pajarillos y otras con enredaderas que subían por los balcones.
Ágata, era una ratoncita blanca, con grandes ojos redondos y vivarachos, color miel, a los que enmarcaban unas grandes pestañas.
Vestía faldas, que ella misma confeccionaba, con pétalos de las rosas de su jardín, y las blusas que usaba, parecían bordadas de encaje, hechas con las flores de los alhelíes aromáticos, que temprano buscaba en las praderas.
Así, su ropa siempre estaba en buen estado y con un agradable aroma fresco y natural, como las azucenas.
En el oriente de la granja, cerca de un frondoso naranjo, que cuando estaba en flor, perfumaba con sus azahares, se encontraba la casa de la ratoncita. Para poder llegar hasta la puerta, había que entrar por un caminito que siempre olía a tierra mojada, porque Ágata, salía antes que se despertara el Sol, a barrerlo y a regar las flores que a los lados, ella sembraba y daban la bienvenida a quien la fuera a visitar
Dentro, en la cocina, sobre una estufa de leña, cocinaba Ágata sus alimentos, los cuales tomaba de una gran alacena, donde los tenía almacenados. Ahí se podía encontrar una multitud diferente de semillas, divididas en cajitas, diversos vegetales, algunos trocitos de queso muy bien guardados en frascos con etiquetas, pan dulce en bolsitas, todo en su lugar, muy bien acomodado.
En la sala, había unos confortables sillones cafés y un tapete verde, tejido con musgo, que Ágata, había recogido de un bosque cercano. Del techo, colgaba un hermoso candil, que ella fabricó con cuentas transparentes de vidrio, de un collar que se encontró en la calle, y curiosamente las unió con hilos de telarañas, que le regaló su vecina Carlota, una vieja araña que vivía en un rincón del jardín. Y así, bajo la luz de ese candil, por las noches se sentaban las dos a platicar y a tomar el té, pues hacía tiempo eran muy buenas amigas.
Un frío día, Ágata, fue al campo a buscar unas zanahorias para cocinar un caldo, y encontró una muy grande, tan grande, que cuando la sacó de la tierra… ¡se fue de espaldas y cayó sentada!
Del gran agujero que dejó en el suelo, al arrancar la zanahoria, apareció Bruno, un topo gris, bigotón, sucio, empolvado, maloliente, y con gruesos anteojos.
Frunciendo el ceño, y refunfuñando, se asomó para ver quien había sacado de la tierra, su zanahoria preferida, y que con tanto esmero, había cultivado.
El señor Topo, tenía muy mal genio, decía que la vida era muy fea, siempre estaba renegando por todo, y según él estaba ciego, que no lograba ver nada, hasta usaba un bastón para esquivar los objetos a su paso y no tropezar, (quizá no veía porque vivía en túneles oscuros bajo la tierra). Pero esta vez, afuera de los túneles y con la luz del día, nunca se imaginó ver a la linda Ágata, sentada en el suelo, cubierta de polvo y aún con las hojas de la zanahoria en las manos!
Al verla, quiso soltar una carcajada, pero se contuvo y pensó que estaba mal reírse un caballero como él, de una dama tan bonita, como ella.
De prisa, salió Bruno de aquel agujero, se presentó, y ayudó a Ágata a ponerse en pie, sacudió el polvo de su ropa, (que más la manchó con sus sucias manos), y le dijo que podía llevarse la zanahoria, pero, como la ratoncita se había lastimado un tobillo al caer, no podía llevar la zanahoria y los demás vegetales que había recolectado en su canasta, hasta su casa, y entonces, el señor Topo, como todo un caballero, le ofreció su ayuda y acompañó a la ratoncita hasta su hogar.
Se sorprendió al ver una casa tan limpia y ordenada, llena de flores. Además, desde que vió a Ágata, a través de sus sucios anteojos, le pareció la ratoncita más bella que había en el campo. (A pesar de no poder ver nada… según él). Ágata, agradeció a Bruno el haberla acompañado y haber cargado la canasta con los alimentos hasta su casa y lo invitó a pasar a tomar chocolate caliente y pan, junto al fuego de la chimenea, pues hacía mucho frío.
Al día siguiente, Ágata, muy temprano sin pensar en lo acontecido del pasado día, inició sus labores cotidianas, aunque un poco adolorida de su tobillo.
Pero Bruno…, no dejaba de pensar en ella, en lo bien que olía y en su casita tan limpia y ordenada. Y rápidamente, buscó su escoba y se puso a limpiar toda su madriguera, y a ordenar sus muebles. Hizo tanto polvo, que hasta tos le dio!. Terminó más sucio de lo que ya estaba, y cuando ya estuvo toda la casa reluciente, puso toda su ropa sucia en un costal y se fue por una veredita de helechos hasta el cristalino río.
Al señor Topo, no le gustaba nada el agua, pero pensando en Ágata, y aunque hacía frío, lavó toda su ropa y después, se bañó!!, también limpió sus gruesos anteojos, con los cuales, cuando regresó del río, pudo ver muchas mariposas, unas orugas comiendo sobre unas hojas, pájaros alimentando a sus polluelos y un enorme desfile de hormigas caminando con mucha prisa., y pensó:
!!! que linda es la vida!!
Y colgó su bastón en un árbol de manzanas, pues ya no lo necesitó.
Pobre Bruno, sin saberlo, el amor lo había transformado, y sin querer, se había enamorado de Ágata!
Una tarde, se puso un pantalón azul y una camisa blanca muy limpia y se fue al bosque a buscar una bellas flores de colores , las cuales le llevó a Ágata.
Al llegar a la casa de la ratoncita, se arregló la corbata, se volvió a peinar, se acomodó el saco y tocó en la puerta. Cuando Ágata salió, no lo reconoció, por estar tan bien arreglado, y sin bastón, pero Bruno, ya con sus anteojos limpios y sin lagañas en los ojos porque se bañó, pudo ver que Ágata era más hermosa que un ángel.
Cuando la saludó, la ratoncita supo que era Bruno, y que ya limpio, era un apuesto y juvenil caballero y otra vez lo invitó a pasar a su casa. Bruno le entregó las flores y Ágata se lo agradeció y las puso en un florero en el centro de la mesa.
Platicaron hasta que empezaron a cantar los grillos y brillaron las estrellas en el cielo, se contaron sus vidas y acordaron ser buenos amigos y visitarse mutuamente.
Así, pasaron muchos días y Bruno visitaba a Ágata y Ágata iba a la casa de Bruno, la cual, ahora estaba muy limpia y ordenada y hasta él mismo, horneaba las galletas para merendar, con una receta que le pidió a su abuela Chabela.
Así pasó despacio el tiempo, y una cálida tarde de Primavera, paseando por la orilla del río, Bruno, le agradeció a Ágata, el haberlo hecho un topo alegre, limpio y ordenado y le pidió que fuera su esposa, a lo cual la ratoncita accedió feliz, y ella le agradeció por su compañía, por las bellas flores que a diario le llevaba y por quererla tanto.
Y cuando el Sol se estaba ocultando en el horizonte, sellaron su compromiso de amor… con un gran beso.
FIN
Claudia Alhelí Castillo
29-03-13
- Autor: Claudia Alhelí Castillo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 29 de marzo de 2013 a las 15:23
- Comentario del autor sobre el poema: UN CUENTO... ESPERANDO SEA DE SU AGRADO. SALUDOS!!
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 43
- Usuarios favoritos de este poema: Trovador de Sueños ...y realidades., El Hombre de la Rosa, victolman, Maria Hodunok., VOZDETRUENO, ADOLFO CESAR MARCELLO, Luzbelito, Edwin Abimael Godinez Hernadez
Comentarios11
Precioso de principio a fin, mi dulce y querida amiga... una delicia para el alma leerte....!!!
Cálido abrazo de mi alma a la tuya, y mi corazón va con él...!!! que tengas un lindo y dulce día...!!!
Trovador de Sueños ...y realidades...!!!
Muchas gracias amigo, aprecio tu amistad y comentario.
Saludos y un gran abrazo.
Feliz inicio de semana.
Claudia Alhelí Castillo
Una hermosa genialidad tu precioso cuento amiga ClaudiaAlhelí
Saludos y amistad
Amigo Críspulo, muchas gracias por la lectura y comentario a mi cuento.
Saludos y un fortísimo abrazo.
Claudia Alhelí Castillo
UN BELLO CUENTO CON MUICHA MELANCOLÍA...
ESE BRUNITO TUVO QUE CAMBIAR SUS MODALES NO?...
SALUDOS LINDA POETA...
ABRAZOS.
Creo que más bien fue el amor quien le cambió a Bruno sus costumbres y modificó su carácter, jeje.
Saludos amigo, agradeezco tus comentarios en mis espacio, me alientan aa seguir escribiendo.
Saludos y abrazos.
Claudia Alhelí Castillo
AMIGA, TE PASASTE, que hermosa historia has escrito, te felicito de corazon, es espectacular, su relato te atrapa, es bello y dulce cuento de amor.
CARIÑITOS DEL ALMA.
Muchas gracias amiguita, es muy agradable encontrar tus comentarios en mi espacio.
Vuela hasta ti todo mi cariño y un gran abrazo.
Claudia Alhelí Castillo
Que ternura de cuento, el amor hace milagros, es un placer adentrarme en los rincones de tu imaginación.
Te dejo un beso amigo.
Bruno...ayyy perdón, Vozdetrueno.
Si mi buen amigo, el amor suele hacer milagros!!
Agradezco tu lectura y comentarios a mis escritos, y tu siempre agradable presencia en mi espacio!
Te envío un abrazo y un beso amigo.
Claudia Alhelí Castillo
Hermoso desde el principio amga.
Un gran abrazo.
Muchas gracias por estar siempre presente en mis letras amigo Joaquín. Un saludos hasta tu bella Tierra.
Saludos y abrazos!!
Claudia Alhelí Castillo
Vaya un fiunal feliz para una bella historia de amor, sin duda éle lo cambia todos. bellisima historia.
besos.
Mi estimada amiga Negrita, muchas gracias por tu presencia en mis letras, que bueno que fue de tu agrado mi escrito.
Saludos y abrazos con cariño.
Claudia Alhelí Castillo
Linda historia amiga un con un lindo final.
Soñaré con ser Ágata.
Calurosos saludos para ti.
Si verdad?...quien fuera Ágata!!!!!
Te agradezco tu agradable y siempre amable presencia en mis escritos. Muchas gracias por leerlos.
Te envío mi amistad sincera y un abrazo muy fuerte.
Claudia Alhelí Castillo
AY MI BELLA CLAU TE DIGO ALGO
AHORA MISMO ME GUSTARÍA SER ÁGATA
Y QUE MI TOPO ME PIDIERA MATRIMONIO JAJAJAJJA
ES UN CUENTO MUY HERMOSO
ME LO LLEVO PARA CONTÁRSELO A MIS NIETOS
ABRAZOS INFINITOS
LINDO INICIO DE SEMANA!!!
jajajaja si amiga, se antoja ser Ágata, con tanto amor... quien no!!
Gracias mi queridísima amiga Alicia, es un gusto recibir tus comentarios, muy halagador. MUCHAS GRACIAS!!!
Celebro que haya sido de tu agrado el cuento!
Saludos y abrazos de amistad sincera amiga!!
Claudia Alhelí Castillo
Vaya cuento, sobre el poder del amor!!. Un pacer leerlo. Besos enormes mi querida amiga...
Luzbelito
Mil gracias amigo Luzbelito, por visitar mi poema.
Dios te bendiga!!
Te envío un grandísimo abrazo y mi cariño fraterno.
Claudia Alhelí Castillo
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