Anoche hablé con la Virgen, la vi vestida de blanco,
Sobre su cabeza un velo, sobre sus hombros un manto;
Está muy bella y hermosa, tiene su cabello largo,
Pero me causó tristeza, al ver sus ojos llorando.
Le pregunté ¿Qué te pasa? Sequé su llanto en su manto,
Contestó que una pena y un dolor la están matando;
Me causó mucha emoción y le seguí preguntando,
Y una sonrisa brotó de entre sus dos tiernos labios.
Levantó su vista a mí, y me tomó de las manos,
Y nos sentamos los dos, bajo un árbol ya podado;
Entonces tomó un rosario, que tenía ella guardado,
Y me invito a que rezara por el bien de los humanos.
“Hijo mío si te cuento, quizás comprendas mi llanto,
Pero siento que mi hijo, tu Cristo, murió en vano;
Yo que con amor lo di, y sabes me lo mataron,
Y temo que de volver, el mundo vuelva matarlo”
Entonces le contesté, contagiado con su llanto,
“No te apures madre mía, que habemos buenos soldados,
Y esta vez se salvará, el mayor de los hermanos
Y en aquel árbol grabé, mi promesa de ayudarlo”
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita
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