A Miguel Hernández.
Veintiocho de Marzo,
de mil novecientos cuarenta y dos.
Eran las cinco y media.
Vestida de negro
la primavera llegó, esa madrugada,
a la mazmorra del poeta.
¡No abras la celda carcelero,
entre las rejas avanza su alma
con la brisa, con un aura,
Miguel ya anda, por los páramos de España!
Te vas Miguel
pero te quedas,
tu poesía es nuestra fuente de riqueza.
Tú, que súbitamente en la sombra te viste
y hasta la muerte llenaron tu pecho
de angustia y desesperanza,
ahora en la luz te veo.
Tu trágica vida
con dolor en el seno de tu casa,
pena y rabia, por esa patria desgarrada.
Tu llanto, en caminos, poemas y cartas,
en trincheras y batallas,
por tu niño hambriento
por tu mujer amada.
Todo el campo se llenó de acechanzas
con la sombra del horror y la crueldad,
en las casas de labranza.
De cárcel en cárcel, vejado en los penales
se desmorona el sueño de tu patria.
La guerra de los cobardes
con la fuerza de las armas,
contra desnudas voces y libres vientos
con La República acaban.
A ti, instructor y artífice
de batallones de letras y palabras,
te arrastran por las cárceles de esta patria.
Palencia, Madrid, Ocaña, Alicante,
consumen tu vida, con dolor y nauseas
en condiciones infrahumanas.
Nadie pudo acallarte, ni cerrar tus ojos
que emanaban efluvios
de amor, igualdades y esperanzas.
¡Que gran dolor
denotan tus palabras,
esos versos que cada día,
más nos llagan!
¡Qué mentes criminales,
propinaron tan inhumano padecimiento!
¡Miguel,
no te dieron muerte con las balas,
pero con alevosa insolencia, te mataron!
Te dejaron olvidado como un perro
enfermo a tu suerte,
sabiendo que no podrías superarlo.
Imposible reparar el sufrimiento.
Ni con otra vida de consuelo,
se enmendaría tanto lamento.
¡Malvados, malvados!
¡Te mataron. Si, te mataron!
Mataron tu voz,
para que no se oyera tu canto.
La terrible ola de sollozos
llegó a ti, silenciosa en un tiempo callado.
Aquellos victoriosos del pasado
ultrajaron y mancillaron tu nombre,
y todo siguió callado.
Sus perversas acciones
se fueron tapando entre malvados,
y en las conciencias
de los que los apoyaron,
no hubo remordimiento.
Ante su barbarie se agrandaron
y se erigieron en libertadores y bienaventurados,
de una patria desolada
por ortodoxos y potentados,
con una falsa gloria
que a este pueblo temeroso e iletrado,
con su doctrina intimidaron.
¡Te mataron. Si, te mataron Miguel!
Ya sé que mi grito
ni se escucha, ni aúna,
quizás sean, ladridos a la luna,
pero no desfalleceré;
y mis versos seguirán aventando,
la injusticia de aquel pasado.
La pena llega a cada rincón de mi estructura
y de dolor mi alma,
con la tuya se identifica en el día a día,
y aquí, en tu sepultura.
Cada alborada con más fuerza exhala,
la voz de tu poesía.
¡Te mataron Miguel. Si, te mataron!
J. Marc. Sancho 10/04/2013
- Autor: J.Marc.Sancho ( Offline)
- Publicado: 20 de abril de 2013 a las 00:56
- Categoría: Amistad
- Lecturas: 113
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Una hermosa y trabajada genialidad tu hermoso y bellos poema estimado amigo y poeta J.Marc.Sancho
Saludos de amistad y afecto
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