A UNA MEJOR ALUMNA

a Rosa Victoria Muñoz Pavón

Yo que al cerrar los ojos te recuerdo,

 buscando en sueños la gentil amada,

y al pasar de mi vida, un poco lerdo

vago muy triste sin pensar en nada.

Y tú que abres los ojos a la vida,

y entre tus manos ves el libro abierto

te empeñas en seguir con la encendida

llama que alumbra tu camino cierto.

De noche veo las estrellas tristes,

de tarde veo despedirse el sol,

mas tú te olvidas de eso porque insistes

que en mente y alma pintas arrebol.

No, no. La vida son dos cosas. Una:

la fuente llena de sabiduría.

Otra es la sombra viva de la luna

con sus radiantes luces de alegría.

Tú dices no al amor, es lo que pienso,

para tu corazón no hay más cariño

como el que guía tu destino tenso

y borra con su luz amor de niño.

Yo no. Yo soy un simple vagabundo

que en las arenas del desierto vaga

cantando las andanzas de este mundo

con las que el triste corazón divaga.

Yo soy quien por las tardes, solitario,

te ve de lejos al salir de clase,

ve tu recuerdo cual un relicario

y teme que otro amor tu amor reemplace.

Yo soy quien por las calles impreciso

ronda tu casa sólo para verte,

te ve a los ojos –torpe e indeciso-

sin esa luz ingrávida de muerte.

Soy quien te envía como bellas flores

sus locos versos al papel pintado,

soy quien en casa extraña te ha dejado

mustios escritos –sabia de dolores-.

Tu no. Tu vives la esperanza linda,

sobresaliendo, la más casta rosa.

Eres quien lleva en manos esa hermosa

perla dorada que el Señor nos brinda.

Tu guardas en el alma y en la mente

el más alto valor de la enseñanza,

 luces al pecho erguido un “excelente”

y crees es por siempre tu esperanza.

Buena y humilde y tras que humilde bella,

corónente tus sienes de laureles,

sea tu amor penumbra de una estrella

cuyos rayos manchara mis vergeles.

Yo no. Yo sigo mi destino impuro,

creyendo que es la vida una mirada

en donde existe como un amor puro

ese reflejo vivo de mi amada.

Masatepe

14 de septiembre de 1999