Envenan mis días los dardos terrestres
Que cargan ataduras de hierro a mis sueños
Las líneas de tinta cargadas de osmosis
Las pústulas llenas de vida y de sangre
Los ántrax necrosos de fatídicas letras
Tumores radiados con signos y números.
La vida en letargo como ánima pálida
Poco hastío poco confío poco me río
Sí, los días grises de noches doradas
Infectan mis venas del virus patógeno
De la rutinaria simbiosis de señales de radio
Y olvidan las sedas y brácteas verdosas
Colinas húmedas de cálidas fieras
Y el sueño del hombre clavado en su cruz.
Y así culmina la culminación
De auras arpías y versos impíos
De lustres de perlas y de luna llena
De envases de vidrio quiñados por pena
De pena quiñada por neblinas grises
De losas de piedra labradas a mano
De manos de carne cortadas a mano
Y alforjas de plata cazadas por uñas
Que carvan y raen el hueso del hombre
Buscando entre miles de versos impíos
La luna de plata
El da Vinci de oro
Los sueños de bronce
La mirra de cobre
Mis versos aéreos que cortan diamante
Y válvulas vivas de tu corazón.
- Autor: Rodoku ( Offline)
- Publicado: 21 de mayo de 2013 a las 23:06
- Comentario del autor sobre el poema: Reflexión acerca de la rutina que atrapa a los hombres y mujeres contemporáneos. El hombre atrapado por la necesidad de mantener los pies sobre la tierra. Siente que los requerimientos modernos oprimen sus sueños y han puesto la cruz en la que se cuelga a todos aquellos que no puedan seguir al rebaño. Sobre todo la segunda estrofa habla de como el hombre busca siempre algo de los demás, y en muchos casos usando a otros.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 95
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