Sentí cómo le quebré hasta los huesos, uno por uno…
crujían en mis manos y yo apretaba, hablaba…
Me sinceraba en sus venas y la vida se me iba con la voz, junto con ella:
volando y corriendo con moretones, desenredándose de mí, de mis muñecas.
Desesperada, asustada, despertando, iba sangrando hasta por los ojos,
¡implorándole un poco de aire a Dios y abriéndose la garganta con las manos!,
gritando y sudando hielo…
Muriendo… La dejé muriendo.
- Autor: Dulcepena ( Offline)
- Publicado: 27 de mayo de 2013 a las 04:31
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 51
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
La hermosura de tus letras vierten tu alma en los versos de tu preciado poema amigo Dulcepena
Saludos de afecti y amistad
Críspulo desde España
Saludos donde te encuentres compañero. Mis mejores deseos!
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