Rostros de tierra, llenura del tiempo,
entretenidos, para que la mente,
se distraiga y el ocaso se disfrute,
miro largas mesas, con diez asientos.
Cuatro a cada lado, en la cabecera,
uno y uno, hombres jugando dominó,
donde están las mujeres, la costura,
pláticas informales, si son ambos.
En los acomodos de las cuatro mesas,
extensión de vida en sabiduría,
¿Cuántos tesoros encierra cada una?
Rica enciclopedia de la existencia,
la vida diaria, contenida, está aquí.
Bajando un escalón, mesas que no cuento,
otro grupo, con cabellera lunar,
también vive su tiempo con música,
se organiza un baile entre mujeres,
los hombres, no se dan por enterados.
Pasa el mediodía, es la hora de comer,
mano bendecida, acarrea comida,
cada quien con su plato de plástico,
caldo caliente de verdura y pollo,
dos tortillas con su vaso de agua,
donativo simbólico, al principio.
Comida para el cuerpo y para el alma,
espacio que alegra a más de un corazón,
la soledad y la tristeza se olvidan,
al menos, dos días a la semana,
desde media mañana al atardecer.
Compañía silenciosa, aunque sea,
o voces alegres que cantan risas,
es la sal de los últimos momentos,
destino que la vida nos aguarda.
Cada uno encuentra su propio amanecer,
en la relación humana anónima,
se va transformando un día, cada vez,
conforme abro los secretos del corazón,
y escucho los tuyos, como espejo.
EL POETA DEL AMOR. 01-06-13.
CABO SAN LUCAS, BCS. MÉXICO.
- Autor: arturo maldonador ( Offline)
- Publicado: 1 de junio de 2013 a las 12:27
- Comentario del autor sobre el poema: Un pedazo de la vida diaría, un espacio donde la fraternidad humana se une para acompañar a la soledad, que no pocos la sienten
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 52
- Usuarios favoritos de este poema: mariarl
Comentarios1
niño muy bueno que bello
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