Te escribo a ti, a Nadie.
Es bella la soledad de quien se arroja en el agitado espacio de la ciudad, sin más que su propia vastedad interior. Es bello sentirte un símbolo indescifrable que pasa como un espectro ante la orgía visual de la bien lograda civilización. Absolutamente encerrado en mi propia persona, como una esfera sin cerradura, mis pies atravesaron mi ciudad, aclimatada por la confianza y la vanidad. Ciudad en la que la creatura humana se cree dueña de sí, de sus venturas y desventuras. Incomunicado, con la mirada enterrada en el pavimento, evadiendo las otras para no entorpecer mis pensamientos, me aventuré al placer del andar sin algo parecido a una brújula, en una de estas noches exquisitamente frías que hacen de la Bestia de cemento, un acontecimiento fascinante.
Es bello caminar inmune al trajín de la náusea, desplazarte sin limitaciones, marginado y maldito por la condición impenetrable de los muertos. Es bello ser nada para los otros, porque la nada es el corazón de todo lo que es esférico: la conciencia de estar muerto o no existir para los otros, al principio indeciblemente dolorosa, te abre de súbito a la conciencia de la libertad ilimitada.
A mi entender, los objetos más perfectos que existen son las esferas totalmente sólidas y transparentes; las esferas, desde cualquier perspectiva que las veas, son abundantes en curvaturas que se cierran sobre sí mismas, y, si bien no puedo decir que el número de circunferencias que es posible dibujar, es infinito en una esfera determinada, por lo menos ante nuestra conciencia así lo parece. Elige un punto arbitrario para comenzar, y verás que toda línea que se abre un camino en el cuerpo de una esfera, sea ésta recta, sinuosa, punteada o desesperada, tiene la posibilidad de retornar a su principio. Su perfección reside en tal posibilidad de la que su volumen es causa: hace falta que así lo quieras. En esos seres prodigiosos -las esferas-, las posibilidades son inagotables y cada movimiento que en ellos traces es y será, si encuentra el retorno a su principio, perfecto. La soledad es esférica, el sol, la luna, los ciclos cósmicos, el orgasmo, los senos, la tragedia y la muerte también lo son. Todo lo que en sí lleva la exquisita redondez de lo esférico, participa de la perfección. Si aspiramos a la perfección, siempre deseamos volver a nuestra soledad, que es ella misma esférica, para salir de su vastedad enriquecidos; en la vida, los vivos sustituyen a los muertos, vivos que, en un ciclo interminable, también morirán y serán sustituidos. La muerte es la soledad llevada al extremo: la permanencia eterna en la nada. Para mí, entre las cosas perfectas, la muerte y la soledad, además de ser en un sentido, la una la cima de la otra, ocupan un lugar especial: siendo esféricas, transparentes y brutalmente sólidas, su núcleo –si es que lo tienen- es inasible. Aunque siendo atento, puedes contemplar o presentirlo, no puedes tocar el centro de una esfera perfectamente cerrada, sólida y transparente. Mucho menos señalarlo a otros. Puedes decir: “¡está ahí!” y señalar con tu dedo un punto, pero el otro no entenderá con precisión el “ahí”. Las religiones han intentado mostrarlo, pero eso es sencillamente imposible. Sólo puedes contemplar el centro en tu soledad y no tocarlo. Y con la palabra siempre deseamos “tocar algo”…
La muerte y las soledades íntimas de cada uno de nosotros son impenetrables.
Acepto que en lo que he dicho puedo estar errado, mas, con todo, el error probable obedece a que siento predilección por las esferas perfectamente herméticas, sólidas y transparentes. A su vez, mi predilección obedece a que tengo la sensación de que en el interior de mi esfera ideal, ha sido atrapado un lamento desgarrador, inaudible e inaudito. Imagina un rostro desfigurado que de repente viene hacia a ti desde el centro que tú has asignado a la esfera, y que tú, angustiado, deseas liberarlo pero al tiempo reconoces que es imposible hacerlo. Me dirás que la expresión dhármica “Om” es el eco de aquél lamento, pero yo te digo que el “Om” es apenas un simulacro cifrado en una búsqueda humana: la impasibilidad de ánimo. El lamento es monstruoso, y cualquiera enloquecería si la esfera, impenetrable para ti, para mi, para todos, no concentrara su sonido… ¿Me dirás que un cadáver no es esférico? ¿Me dirás que no es sólido e impenetrable? Pues bien, toda naturaleza cerrada es perfecta; la soledad es perfecta; la muerte es la suma perfección. Los ojos impávidos de un muerto, no te comunican nada. Todo cadáver es una esfera totalmente cerrada en sí misma, es enigmática materia de inasible centro. Es, pues, la soledad consumada y aprisionada para siempre.
Si oyeras aquel lamento cautivo, ¿crees que conservarías tu razón?
Mi soledad, una esfera inconmovible, condenada a la incomunicabilidad absoluta, no es quien te mirará desde mis ojos. Aunque esté muerto, por ser literalmente una esfera solitaria, mi soledad, eso que soy en esencia, quizá algún día puedas presentirla, cuando la rigidez de la muerte se cierna sobre mi cuerpo. Sí, cuando yo no respire podrás presentirla, y acaso embriagarte con sus horribles gestos, pero jamás tocarla.
- Autor: Sphaera ( Offline)
- Publicado: 14 de junio de 2013 a las 17:22
- Comentario del autor sobre el poema: \\\\\\\"Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas.\\\\\\\" J.L. Borges.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 524
- Usuarios favoritos de este poema: Mujer Nagual, mariarl
Comentarios2
Antes que nada, buenas tardes. Me dejaste sin palabras, realmente no sé que decir; hace mucho estaba buscando algún escrito como el tuyo, dinámico, profundo, etéreo. Me encantó realmente. Son excelentes todas las palabras, todo su conjunto, formando una esfera sublime, que nos afecta -a nosotros- los mortales (huevos luminosos). Realmente increíble, no exagero. IMPECABLE. Saludos, ha sido realmente un gusto leerte, valió cada aquí y ahora.
SashaB
Qué decirte, mujer... Lo increíble de esto es que hayas logrado tender un puente entre nosotros, para comunicarnos de alguna manera y ver lo mismo desde espacios absolutamente distintos... No sé dónde estés ahora, pero es claro que tus palabras de alguna manera me salvan.
Siento profunda gratitud.
Hasta luego.
..."formando una esfera"... ¡Lo viste y eso es hermoso!
Sin dudas
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