Hicimos el amor, aunque no estaba seguro de su nombre. No sé si ella fingió el orgasmo, pues no me clavó las uñas en la espalda, como la primera vez.
No hubo higiene postcoital, y las sábanas indiscretas lo delataban. Terminamos de llenar los ceniceros. Luego hubo un gran silencio. Pensaba en cuantas manchas de amores olvidados y furtivos guardaba el colchón, que antes se había quejado con sus muelles, probablemente oxidados, con su ritmo a compás.
La lánguida luz de la lamparita de la mesilla, se reflejaba en los vasos de vino vacios, con sus betas ya resecas de un color morado cuaresmal. Pequeña procesión cansada de desfilar.
Ya todo estaba seco, como mi vida entonces. Me acordé, cuando ella empezaba suavemente a roncar, que se llamaba Margarita y que quizás ya deshojada, no tenia pétalos que te dijeran sí o no a cualquier estúpida pregunta.
El sol apareció tímidamente entre las cortinas cuando las vestales despertaron.
Un nuevo día sin sentido comenzaba al inexorable toque de diana. Me vestí lentamente.
Y me fui tan vacio como un castillo medieval en medio de ninguna parte. Nunca volví. Había olvidado su dirección, como se olvidan los números de teléfono poco usados, como el nombre de tus compañeros de curso del Colegio en la reunión de los veinticinco años, como a veces todos nos olvidamos de vivir y esperamos a la muerte,como se esperan las noticias que todos ya saben.
- Autor: Soplo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de junio de 2013 a las 11:25
- Categoría: Triste
- Lecturas: 42
Comentarios1
gracias por compartir
te mando un fraterno saludo desde mi linda y amada Colombia del alma mia
😉
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