Una almohada de plumas
para el amante, para el enfermo
cuyo valle de dunas tiene en el pecho;
y rosa no florece, rosa no germina.
Para el amante que dormita
entre versos de sangre,
Junto a corrientes sin vida
Sin sentencia ni escurrir palabras
digo, pues, que tu amor es destrozo y cimitarra
Cíclope de débiles barras;
mortaja apaciguada, hombre de poca brasa
Quiero el pecho de mi amante,
cuyo nervio constante acaricia mi rostro;
con ascuas de insomnio y asombro
le devuelvo el presente andante
¡Quién fuera esa brisa,
risa del viento entrante,
que pusiera en mi vientre amante
la pasión de una tonada vueltome trizas!
Una almohada,
de plumas de cisne
donde tú las tomes, insigne,
y recorras mis labios, de lana
Quiero la almohada que el ruiseñor dejó debajo de la cama
Así, juguemos que está extraviada
busquemos por dinteles,
por recámaras,
y donde se pose la música alada
bailemos un vals desnudos, amante sin leyes
¿Quién calló la boca del lucero de alba
que perpetuó la noche con silbidos de alondra,
susurros en prosa
y de verso la conversación malva?
La carta rasgada,
la carta sin nombre;
la posdata robada,
la posdata de hombre
Quiero una almohada de plumas bellas,
tersas cual caricia de sus dedos,
ajenas al celo de ellas,
pero ardientes como el sabor de sus besos
Oh, alma que en lloros de congoja eterna
ciernes la bandera de tu amor roto
abre, pues, las alas heridas de gemidos caverna
donde el alma y el corazón propician mi suicidio, donde suspiro y floto.
He sido herido, con arma de cuatro filos,
arma de voces luces y resplandor paradoja,
arma solemne de pliegues y finos hilos
arma que escupe, de mordaz cadencia, las últimas palabras de mis ojos que el papel moja.
Quiero una almohada de plumas,
que repose en tu pecho, corcel de crines derechos.
Una almohada que pueda hallar hogar en tu espalda, libre de brumas
Tú, despojo magnífico del péndulo celeste naciente del jazmín lumínico, que ha dejado este cuerpo con varios placeres insatisfechos.
Quiero una almohada de plumas,
siquiera para dormir acompañado
date prisa, destello de valles azulados
que el dolor que mi amante ha dejado me hiere la boca,
me seca las manos.
Tiene mi alma clavada en pared que a mi sangre la esfuma.
- Autor: Fernando Uribe ( Offline)
- Publicado: 18 de julio de 2013 a las 01:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 625
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