En la primavera de su vida
a su puerta alguien tocó
iluminándose su fresco rostro
cuando un jovial mensajero
hermoso ramo de rosas rojas
cortesmente le entregó.
Pronto pasaron los meses,
aquel amor fructificó,
eterno amor se prometían
y en sagrado sacramento
fué bendecida aquella unión.
Pasaron veinte primaveras
y aquel rostro maduró,
marcas había en su frente
por el tiempo que transcurrió,
la estación así cambiaba
y el otoño apareció.
Un día a su puerta
nuevamente alguien tocó,
un austero mensajero,
inexpresivo se presentó
y un hermoso ramo de rosas
amarillas le entregó.
Súbito aquel rostro
de inmediato palideció,
en la tarjeta se leía
“Estas flores son mi adiós.”
- Autor: Peregrina (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de julio de 2013 a las 12:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 57
- Usuarios favoritos de este poema: Rosa del desierto, miriam quintana, luisa leston celorio, Viento de amor
Comentarios3
Con una rosa inicia y con una rosa termina. Me gustó.
Cuántas veces las relaciones aparentemente de amor eterno acaban desvinculándose, o en abandonos, rupturas, etc. Es así en la vida real y bastante triste.
Saludos amistosos de
Peregrina.
Maravilloso escrito
poetisa amiga
un placer visitarte
abrazos y besos
feliz fin de semana.
Gracias Miriam por tu visita, bonita semana.
Saludos amistosos de Peregrina
Vibrante episocio de amor.
El amor tiene subibajas; sin embargo, se mantiene latente, sin languidecerse. Vive en el corazón de quien lo quiera anidar.
saludos
Jaome García Alvarez
Gracias Francisco por tu gentil comentario, saludos amistosos de
Peregrina
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