De todas las almohadas que posees, regálame al menos una. No tienes ni idea de todo lo que podría hacer con ella.
Si me das la almohada donde descansas todos los días, la usaría como pilar para el hogar más armonioso que jamás se haya construido.
¿Qué me dices de aquella a la que le cuchicheas tu día a día? A esa la haría mi amiga; tal vez un buen día por accidente me cuente todas esas historias que tanto me divertirán.
O tal vez quien se descuida seas tú y me obsequies la almohada a la que le cuentas tus penas y secretos, apuesto a que nadie conoce lo que ella.
La que más envidio es aquella que usas todas las noches, a esa ingrata seguro la has impregnado con tu dulce perfume natural.
¡Regálame al menos a la desdichada en que no logras dormir! No descansaría hasta descubrir todos esos momentos de angustia, fantasías, expectativa o profundo meditar.
Tal vez sea yo quien hurte la almohada en la que te llenas de pensamientos vacíos y preguntas sin respuesta; consultaría hasta el último sabio en el rincón más escondido del mundo para ayudarte a saber cómo llenarlos y encontrar las respuestas.
Por favor, no dudes en obsequiarme aquella en la que has llorado hasta quedarte dormida. Toma en cuenta que, contrario a mí, ella no podrá hablarte, mucho menos consolarte.
Sólo Dios sabe dónde guardas bajo llave aquella en la que caes dormida apenas te regala un soplo de esperanza, haciéndote saber que mañana será mejor. Sé que me costara trabajo obtener esa.
No creas que me he olvidado de aquella que, sin motivo alguno, te despierta a mitad de la noche provocando tus desvelos. Preséntame a esa traviesa, tal vez podría convencerla de que, al menos cuando lo haga, te susurre mi nombre.
De todas, la que más me alegraría obtener es esa que te brinda los mejores sueños; haría con ella una lista de metas y objetivos y, si me lo permites, prometo ayudarte a cumplirlos.
Si por el contrario, obtengo la almohada en que te atormentan tus peores pesadillas, la obligaría a decirme cuáles son para ayudarte a hacerles frente y, juntos, quemar a esa desgraciada.
Debes saber que gustoso aceptaría la almohada en que amaneces con la sonrisa pintada; de esa destilaría el secreto de tu felicidad.
Por último, deseo que sepas que, curiosamente, lo que más anhelo no son las almohadas. Lo que en verdad anhelo es quien duerme en ellas, pues sé que si por la noche me haces compañía, serás sueño, serás suspiro, serás almohada que acaricie y, cuando despierte, sabré que no me hace falta ya nada.
- Autor: Ariadna Colunga (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de agosto de 2013 a las 02:16
- Comentario del autor sobre el poema: Escrito por Fausto Álvarez :D
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 50
- Usuarios favoritos de este poema: Alma Desnuda
Comentarios1
Me gusto, me imagine cada situación, pero te falto una almohada donde reposa su cabeza cuando apasionada no necesita dormir o quizás esa almohada la conserve para ti cuando apasionado no le dejes dormir. Saludos afectuosos.
Bueno, no es mío el poema, el autor ya ha visto este comentario, él dijo "ese poema lo escribí cuando aún necesitaba reflejar ternura e inocencia"... Saludos y gracias
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