Un canto de sirena
posee la doncella,
no es su voz, no es su eco,
son sus ojos, es su pelo,
aquel velo azabache,
aquellos ojos que arden,
con la pasión del amor
propio de un corazón
que pide ser amado,
que quiere ser escuchado
y que le dejen de ignorar,
pues su ama no quiere escuchar,
no ve que alguien ya la ama,
que no hace falta que me des nada,
solo tienes que decirme “vente”,
y te querré por y para siempre.
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