De una partitura quebrada...

Sara (Bar literario)



Desintegrarnos.

Aborrecer el caos que advierte la tonada absurda en una taza de café. Dónde está ella, la de tacones rojos, a esta hora, en este tiempo que nos hemos curado de estar solos, tristemente solos al bajar la escalera, al entrar en el auto, al comprar el almanaque de un año que se etiquetó en el alma, con la condición de irreparable. Irretornable.

 

Se llevan mi alma en una nota anónima. Ahí va mi sufrimiento. La de los ojos tristes, la que se congeló el frío en la taberna de un payaso. Cuando nos emborrachábamos, él hacía perros muertos, pero no dejaba de sonreír. Ebriedad: llévate el año, no me dejes descubrir a la doncella que tiene en sus pupilas , la levedad de la vida encerrada en su claustro.

 

C-l-a-u-s-t-r-o

Dos canciones, un libro de oraciones, la quinta lámina de un test que no me enseñó a diferenciar entre un murciélago y la heroicidad de la noche, al salvar en su vestigio, a los condenados. No tenemos salvación los que amamos con la brújula señalando la lápida del sufrimiento.

 

Desintegrarnos.

Romper la etiqueta. He dado vida a mi muerte.

 

 

 

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