Acaso no vez que ruego un beso
que mis poros gritan tu nombre
que mis ojos no ven más belleza
y mis manos tiemblan cual hoja seca.
Acaso no vez que soy niño sediento
piedra porosa que se erosiona
clavel silente casi marchito
sediento, suplicando tu rocío.
Acaso no vez que soy nube blanca
nube leve sin viento ni pálpito
esperando que tus vapores
me vuelvan lluvia tempestuosa.
Acaso no vez que mis labios imploran
cual colmena sin abejas ni mieles
la dulzura de tus pliegues rosa
la melaza de tu ánfora griega.
Date bálsamo, que sucumban mis penas
dale muerte a tanta condena
derrama el contenido de tus elixires
por el que claman crepitantes mis sentires.
Por: David Caceres
Managua, Nicaragua.
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