La “pluma viajera” ya había encontrado algunos colores: el púrpura de los cortejos procesionales, el rojo en el fuego de la libertad, el verde de la selva tropical reflejado en las aguas de un río y hasta el del tiempo añejado en una ciudad colonial. Le faltaban muchos colores para que su plumín pudiera plasmar en palabras a su multicolor país. En su búsqueda recorre el camino desde el monte espinoso de su región natal hasta la Sierra del señorío Chortí, Chiquimula, donde se sitúa la Basílica del Señor de Esquipulas.
Era un viaje largo en el tiempo de sus abuelos, pues el camino era aún de tierra y debía buscarse la época seca para que las mulas, los caballos o carretas pudiesen avanzar mejor. Generalmente, el viaje se hacía en enero de cada año cuando se conmemoraba al “Señor de Esquipulas” para agradecer por las cosechas y los beneficios recibidos el año anterior o bien para solicitar el favor para que el recién estrenado año fuese aún mejor.
Cuando la pluma que escribe era una niña recuerda esos viajes en un bus de la localidad, podía observar la diversidad de cactus a la orilla de la carretera, zarzas y muchos guayacanes, la demás vegetación empezaba a desnudarse para hacerle frente a los días extremadamente secos y calurosos. Con forme se va avanzando hacia la Sierra la biodiversidad va cambiando y el clima se va haciendo más fresco hasta alcanzar el punto donde se divisa la imponente Basílica blanca.
Una vez que se llegaba a la iglesia, se buscaba a una rezadora o rezador para acompañar al grupo de peregrinos en sus oraciones y se cantaba un alabado que decía así: “Bella imaaagen milagrooosa de Esquipulas redentooor…”Al finalizar el rito se despedían caminando de espaldas a la salida del templo y cantando, “adiós Criiisto Milagroooso/mi Jesús Crucificaado/adiós mi Señoor de Esquiiipulas/adiós corona sagraada…”
En los alrededores de la basílica cientos de vendedores ofrecen un sinfín de recuerdos relacionados con la visita a la “Capital de la Fe”, como se le ha llamado en los últimos años a Esquipulas. Allí la “pluma viajera” encontró reunidos muchos colores en los adornos colocados a los sombreros de paja, que según cuenta la historia constituían un símbolo del sacrificio que los peregrinos habían hecho antes de entrar al templo para venerar la imagen del Cristo Negro. Adornaban los sombreros con flores y frutas. Actualmente cuando alguien trae un sombrerito con los típicos chorizos de colores se sabe que han visitado el lugar sagrado.
Con los colores allí reunidos pensó la pluma viajera: <<sin tan solo cada uno de nosotros nos comportáramos como esa fusión colorida que adorna tantas cabezas, la tierra respiraría un poco de paz. >> Hace falta más que eso, por lo que su viaje continúa reuniendo otros colores…
©Mirna Lissett
Comentarios3
EXCELENTE.....abrazos LISSI.
¡Gracias Lissi por escribirlo! Son muchos los recuerdos de Esquipulas! Ojalá todos diéramos nuestro mejor color para matizar nuestra Guatemala! Un abrazo!
Agradezco tu bonito comentario. Sígueme en mi ruta, donde pretendo dejar un camino de paz. Nos vemos en el siguiente relato.
Bellos colores, infinitos colores, por una geografía llena de luz, poesía, y todos los encantos de los pueblos y sus costumbres ancestrales, tu niña ha viajado con todo el amor por su Patria, y tu querida pluma la exalta desde todos sus rincones.
Será un gusto recorrer junto a tu bella pluma los colores que aún faltan, querida Poetisa, para terminar este hermoso lienzo de amor por todo lo tuyo y los tuyos, que abriga tu querida Guatemala.
Un beso y mi cariño
Diluz
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.