COMO EXALTADA MAREA
Hombros de arcilla
en desliz estable endurecida,
bajan por mis brazos
cual dedos en filigrana.
Firmes brazos
de tierra fortalecida.
Mis palmas flexibles
sumisas a los
antojos de tu piel.
Dedos de tacto te bautizan
y con caricias de gasa
se prodigan en tu rostro
Plena enredadera lacia,
en tus cabellos cobrizos
teje el viento un soleado alba.
Una lágrima convocada
en cascada roza tus pestañas
emotivas.
Nacarada sonrisa tuya que
marca una arcada de esperanza.
El sol asoma tras la acacia,
se hace bahía, agua de labios
profundos, granate gama de uva.
Paralelo de tu boca,
mi rictus cultivado sin prisa
plasma un beso en tus
opulentas cornisas.
Fondeo mi ancla de corolas
y te tiño de oro enrojecido.
Danzante figura,
vienes cargada de carnes
y pecas de locura
Pluma suave de pecho.
estrecho sendero
donde en la noche guardo mi silencio.
Línea vertical suicida,
acogedora muerte amable
entre tus senos.
Cúspides erectas con
sabor de azúcar negro.
Canal que desciende hasta tu vientre,
panorama de monte que perpleja.
Alféizar de tesoro alado,
osada mariposa que vuelas
sobre el fuego del ambiente.
En este puerto de sed hambrienta
te miro como exaltada marea
bajo el amplio abanico de luna nueva.
Por tu ombligo pasean
mis venas apasionadas cuando
ya tus brazos son mis alas
y en tu poblado territorio
me apego a tus márgenes y
a las riberas de tus ríos
que caminan junto con mi sangre.
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LENTAMENTE
Recuerdo no hablarte...
Porque el invierno
reclamaba una hora más cálida.
Sí sentir...
El viento llorar en tu oído,
el mudo silencio afligido
conquistando tu dulce esfera.
En tus ojos ardía el momento.
La voz recogía su lengua anticipada.
Y lento...
El invierno iba dejando
el amarillo caído
en las palomas posadas en tu frente.
Recuerdo
mi boca dejar su espasmo rígido,
pronunciar palabra de rocío y
largamente en la cresta del arco
irisado pintarse mis labios de acrílico,
y mi boca descosiendo las costuras de tu alma,
como si cada hilo en mi voz fuese semilla
y tu oído el único sembradío
en los huecos cavados de la tierra.
Mientras el aire de la tarde se colmaba
de voces en los árboles de la guerra,
yo me extendí en el lecho lentamente
a contemplarte y susurrar, te amo.
- Autor: RICARDO ALVAREZ ( Offline)
- Publicado: 16 de octubre de 2013 a las 00:48
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 66
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios2
Generosa y muy preciada la lectura de tu sensacional poema amigo Ricardo Alvarez
Abrazos de amistad desde Torrelavaga
Críspulo
gracias estimado amigo. un abrazo Críspulo
Bellas letras, un guste lerete.
SALUDOS.
te agradezco joaquín. mis saludos
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