Todo cambia, cual corrientes;
se desgastan los cielos opácos,
se deshacen de tanto los entes
al pensar en palabras fervientes;
y por ti, quedan siempre tan flacos.
Entre ellos y yo, no resisto,
nada cambia y tú no te apuras,
mientras más yo te adoro e insisto,
para ver si al menos registro
que malgastas con él tu hermosura.
Mis palabras no válen un céntimo
y es verdad que tú ya le adoras,
porque juras no es malo ni escéptico,
aunque sepas de todo lo pésimo;
y soy yo quien te cuenta las horas.
Niña bella, yo sufro, yo lloro;
corazón, ¿qué no ves mi desdicha?
deja ya de amarle lo imploro,
que apesar que es mi todo y le adoro,
ella vive muy bien sin mi dicha.
Hoy quizá ella fue una rosa
y tal vez se mantenga tan bella;
mas no siempre será tan hermosa
ni su amor vivirá tan dichosa
y él quizá ya no viva por ella.
- Autor: E. Acuña (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de octubre de 2013 a las 01:49
- Categoría: Amor
- Lecturas: 54
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Gratas y hermosas las preciadas letras de tu bello poema de amor amigo Jonck
Saludo de afecto y amistad de Críspulo
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