Cuando me fui de allí,
andando por el camino,
el huerto abandonado,
a mi derecha lo vi.
Su suelo seco y árido
hacía un esfuerzo
por sobrevivir.
Con pesar a él me acerqué.
Sus últimos frutos,
estaban picoteados
por las aves de paso,
que sacian su deseo, se alejan
y de nada se dan cuenta.
El mundo indiferente
tampoco aprecia
que pierde tanta belleza.
Con mano temblorosa,
cogí los que aún quedaban,
dulces y tiernos,
última ofrenda a la vida,
sin que ni una gota de agua,
regara ya sus entrañas.
También yo había acabado,
en el mismo estado,
que aquel huerto abandonado.
El fruto de mi amor destrozado,
mi corazón hecho pedazos,
por las mismas aves de paso.
Me arrodillé ante
el Espíritu que habita,
en los hijos de la Tierra,
porque su energía era mi fuerza,
mía su armonía y su belleza.
Frutos que morís
entregados a la Tierra,
vuestro sacrificio
no será en vano.
En algún lugar,
aquí o en el más allá,
un río de oro y plata,
de Sol y Luna,
regará vuestro suelo,
será vuestro hogar.
Marcharéis con las estrellas,
iluminando el Cielo y la Tierra,
y volveréis a brotar
con más fuerza y belleza
en la Luz de la Verdad Eterna.
- Autor: Rosa Baladron Rodriguez ( Offline)
- Publicado: 22 de octubre de 2013 a las 01:22
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 48
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, ADOLFO CESAR MARCELLO, ateneo
Comentarios3
Que hermoso poema, lleno de esperanza eterna.
Abracitos 🙂
Hermosa la composición y la lectura de tu formidable poema amiga Rosa Baladrón Rodriguez
Saludos de amistad desde Torrelavega
Gracias Nuria y Críspulo por sus hermosos comentarios que me dan ánimos para continuar.
Un abrazo Amigos desde Ginebra.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.