Una metáfora no basta
para expresar la dimensión precisa de la idea,
de esa inquietud que asola
hasta la desesperación del alma.
No, ni siquiera un batallón de símiles
que como kamikazes entregan toda la sustancia
del verso, estrujándolo, hasta la resequedad.
Ello no es suficiente,
es el límite de esa desolación,
a veces llamada angustia, melancolía
o ahogo de una tristeza, pero en extremo,
la que nos revela un ritmo y una cadencia,
que va más allá de la técnica,
de la búsqueda de formas,
de colores,
de musicalidad.
Es la necesidad de expresarnos,
de encontrarnos
en el otro ser humano,
de compartir el dolor
de nuestra humanidad,
la que nos descubre la sensibilidad
espiritual y la existencia material (las palabras)
del poema.
La armonía, simplemente le da belleza.
La música, encanto.
La longitud, gracia y divertimento.
El uso verbal, sutileza y elegancia,
pero indefectiblemente, su esencia está en darle a los demás
lo que somos, esencialmente humanos.
- Autor: Roberto Pomares (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 31 de octubre de 2013 a las 23:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 94
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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