ACERCA DE UN SÓRDIDO SACRIFICIO (EN FRAGMENTOS)

Sphaera



"Momentos de ebriedad en que lo desafiamos todo, cuando, levada el ancla, nos lanzamos alegremente al abismo, sin cuidarnos de la inevitable caída ni de los límites colocados al principio, momentos únicos en que nos liberamos totalmente de la tierra (de las leyes)..."

GEORGES BATAILLE

 

 

ACERCA DE UN SÓRDIDO SACRIFICIO

(EN FRAGMENTOS)

 

 

 

 

(Desde una casucha ubicada en el centro de Bogotá que lleva el nombre de Hotel Tres Esquinas, corroída por el tiempo y los olores pútridos del amor)

 

Ésta nuestra fatalidad, querida joven, sana piel y estrecho miembro; aquí será el principio absoluto de nuestro devenir.  Un hotel no es estructura sólida, roca ahuecada e  inerte dada de una vez y para siempre; un hotel es huida, torrente, una calamidad fluyente: es esta  su más terrible verdad. Un hotel es líquido en el que se disuelven los rostros de los amantes sin arraigo, además de sus inquietos miembros, sus pesares, los juegos de la infancia... nostalgia de los tiempos imberbes que la memoria entremezcla y transforma. H-O-T-E-L: juego transgresor de la ruindad de nuestros días, tu mirada todavía infantil que es traicionada por el hervor del deseo,  piernas entreabiertas que, envanecidas en su desnudez,  invocan los demonios de la obscenidad. ¡Me llamas sin pronunciar palabra! Haces bien en no profanar el silencio…

 

 

(Ante un espejo manchado de pecado)

 

J., mi J., mi risueña  mozuela, hoy serás iniciada en la lubricidad  una vez nuestros cuerpos se deleiten   dejando en las sábanas nuestra huella, la entremezcla original de nuestro amor. Desde hoy padecerás  a causa de las sed de los placeres. Hoy te convertirás en mujer, perderás tu castidad y con ella el encanto de los infantes.  Ya  no correrás con la misma sonrisa alada con la que solías correr por las campiñas; ya no acariciarás, llena de contento,  a los animales con los gráciles dedos de tus manos. Monos, iguanas, cuervos, sierpes, serán espejos de tu naturaleza. Sentirás vergüenza y frustración al entrever la ignominiosa fuerza que rige el mundo: el Genio de la Especie descubierto por un viejo desencantado y más allá de él, Nada.   Las mariposas cobrarán pardos colores, al igual que tu mirada. Sabrás, por fin,   que la luz del sol también produce sombra, porque te preñaré de sombra. Permite que me hunda por unos segundos en la transparencia de tus ojos, pues jamás volverá; maculada serás hasta la médula por la innombrable violencia que anhela perderse entre tus piernas.

 

 

(Contemplando la hendidura llameante de J.)

 

J., me siento culpable… a pesar de tus anchas caderas, tus inflamados senos que empiezan a endurecerse y los gestos excitados de tu rostro que no logras disimular,  en ti crece una flor de melodías aniñadas que inevitablemente me ahogan en llanto. Sin embargo, así ha de ser, si no soy yo quien corte la flor, si no soy el verdugo de tu inocencia, luego llegará otro que también querrá cebarse en tu belleza, abrirte las piernas y lo que es peor: abrirte a la conciencia de la Nada. Esto lo lamentaría… ¡Angustia, mi J.! Debemos apresurarnos sin importar lo que sacrificarás hoy, deseo ser culpable. Después del crepúsculo que empieza a ser derrotado por la noche plena y uniforme, tu estrechez, tu virtud, tu inocencia, caerán como  la mortecina luz.    

 

 

(J. maculada)

 

¿Por qué  no lloras, J.? ¿Por qué no escupes mi rostro ni pronuncias tenaces improperios y, en cambio sí, ensordeces mis oídos  con los habituales gritos del placer? ¡Ay, si comprendieras  que a la vida sólo podemos arrancarle miserables instantes como éste, que esto es lo que podemos alcanzar, que nuestra tarea se reduce a buscar desesperadamente hoteles, hoteles evanescentes, sexos que apenas duran lo que una mosca, estarías temblando  desgarrada e inconsolable, mientras yo, circunstancia brutal, me aproximo al clímax al mismo tiempo que  estas palabras se enfilan en mi cabeza: “¡¿Cuántas otras manos desgastarán tu piel y debilitarán tus sueños?! Cuando estés cansada del goce de las carnes hasta la náusea,  harás de la palabra instrumento de vanidad para sujetar otras almas.  Después de mí, ¡pobres hombrecillos! “Hombrecillos”, porque en eso tendrás el poder de convertir,  incluso, al varón más deseable entre los hombres.”

 

 

(Silenciosa maldición proferida por J.)

 

-“¡ Maldito lenguaraz, pérfida anomalía de las especie, más te vale no haber nacido!”   

 

 

(El retorno, ¿o la huida?)

 

Nos volveremos a ver… de mí huyes: oradas  mi orgullo. ¿Los amantes ocasionales y su-escenario-el-hotel? Sombras lúbricas, anónimos pasajeros de un naufragio irredento, camaleónicas aguas  del Amor, bestias que confrontan a la muerte con sus precarias armas, condenadas a devenir hasta lo estúpidamente inevitable… Sudor, exaltados gemidos, la promesa del retorno, el olvido suspendido, nuestro cielo escarlata, ¡Oh, la hoz del tiempo se afila contra mis palabras!...La hoz del tiempo que coquetea  en nuestros cuellos como ahora lo hago yo, rozando con mi miembro  las delgadas vellosidades de ese puente juvenil que comunica al animal con el hombre… ¡y tú extasiada!

 

 

(J. transfigurada)

 

Nos dejó la hora maldita. Ahora duermes, te escapas… ¡Ay, J. si lo supieras! Gimoteo y al mismo tiempo llevo mi mano untada de ti hasta tus labios… Antes de convertirte en lúbrico sueño, serás símbolo de toda dolorosa despedida... 

  • Autor: Sphaera (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de noviembre de 2013 a las 15:10
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 151
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