Hace muy poco tiempo, días nomás, me internaron en un sanatorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, víctima de una crisis respiratoria aguda que desembocó en una neumonía, desde pequeño sufro este mal y se ha manifestado de diferentes maneras, ahora incluye diabetes. Estaba realmente grave, razón por la cual se decidió mi inmediato ingreso en terapia intensiva.
Mi estado era crítico y casi en etapa de inconsciencia sólo distinguía formas, imágenes difusas, guardapolvos blancos que se desplazaban a mí alrededor. Me canalizaron en el antebrazo derecho, eso lo pude captar por el dolor del pinchazo.
Para Claudio, un paciente internado inmediatamente después de mí, el veintiuno de octubre fue un día muy especial, también para mí lo fue. Este jovencito, tenía tan sólo dieciséis años padecía de una enfermedad incurable. Desde los tres meses de edad hasta ese día sufrió dolores insoportables, ataques permanentes de tos y quejidos terribles. Yo estaba a su lado. Mi enfermedad también era delicada y el personal de enfermería no daba abasto para atendernos a los dos, había otros pacientes con cuadros también delicados, nosotros requeríamos atención constante.
Mi esposa vino a las nueve de la noche, sólo ella podía ingresar a terapia unos minutos. Al pasar por delante de Claudio notó que estaba totalmente desfigurado. La enfermedad lo había consumido íntegramente. Sus ojos estaban hundidos pero entre abiertos y observaba con atención todo lo que pasaba a su alrededor.
Mis gemidos eran terribles y me ahogaba. En un momento debieron aspirarme para quitar las flemas que no podía expulsar en forma natural. Un biombo me separaba de Claudio y sin querer durante la noche acompañando mis lamentos, escuché su voz.
−“Tranquilo amigo, todo se va a solucionar. Estoy tocando tu mano, estoy acariciando tu pelo, estoy a tu lado dándote fuerzas para que vivas y no sea tan cruel la tortura que estás soportando. Hay una oración que estoy rezando y es para vos. Dios está a tu lado, sólo espera que le des tu mano y le abras tu corazón.−
La noche transcurría lentamente. Pensaba en mis amigos, ellos no estaban; pensaba en mis hijos y tampoco estaban. Sólo la voz de Claudio me acompañaba y sentía su mano sobre la mía, y su caricia sobre mi pelo y el susurro de su palabra alentando mis escasas fuerzas.
Pensaba en la muerte. ¿Quién me sufrirá?, ¿por cuánto tiempo?, ¿de qué manera habré cumplido mi misión en esta vida? Al fin y al cabo, luego de un tiempo largo, será Dios quien seguirá estando conmigo. Había muchas incoherencias en mi mente. Era yo y mi problema. La soledad estaba finalmente conmigo.
Todo era terrible en ese lugar. Había imágenes que aparecían y desaparecían. Otras que caminaban por el espacio, algunas se acercaban a mí, otras a Claudio. Todo era confuso y repito esto último porque fue algo sorprendente. Una horrible sensación de amargura y soledad. Y la voz incansable de mi vecino me acompañaba.
De repente escuché movimientos desesperados en la sala, algo estaba sucediendo y yo estaba pendiente de cada situación a mí alrededor.
Volvían mis asfixias y nuevamente una fuerza, fuera de mí contenía el sufrimiento. Cada desesperante reacción mía iba acompañada de una mano que apretaba con fuerza la mía.
Lo que más me impactó fue que Claudio jamás había hablado, fue perdiendo su capacidad de expresión desde su primer ataque, aquel primer espasmo a los tres meses que marcó toda su existencia. Todo lo que se podía escuchar de él eran lamentos y balbuceos. Nunca más pudo pronunciar palabra. Claro, eso fue algo que me comentó uno de los enfermeros cuando recobré mi estado normal de conciencia.
A la mañana temprano comencé a mejorar, muy despacio fui recobrando mis fuerzas y la enfermera estaba allí medicándome. Le pregunté por Claudio y me afirmó que había muerto a las diez de la noche. ¿Quién estuvo allí conmigo? ¿Quién ha sido mi inseparable compañero?
CARLOS A.BADARACCO
8/11/13
(DERECHOS RESERVADOS)
- Autor: CARLOS ALBERTO BADARACCO ( Offline)
- Publicado: 9 de noviembre de 2013 a las 12:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 59
- Usuarios favoritos de este poema: Alejandro O. de Leon Soto, El Hombre de la Rosa, Trovador de Sueños ...y realidades., claudia07, Arenilla
Comentarios8
Mi deseo absoluto es que sea solo una forma de escribir, que no realmente te haya sucedido a ti. Por demás está decir que siendo compañero de esta página y de letras no me gustaría que te sucediera nada malo. El relato es fantástico por DIOS ES OMNIPOTENTE y puede ser que a travéz de la voz muerta de CLAUDIO te haya enviado un mensaje de reconfort......SALUDOS CARLOS.....un abrazo amigo.
Un gratificante placer haber leido tus preciadas letras amigo Carlos
Un abrazo de amistad y afecto de Críspulo
El Hombre de la Rosa
Me he quedado sin palabras.Me alegro que estes mejor y espero que sigas asì.
Un abrazo
Espero que estés bien hermano. Contundentes letras. Un gusto leer.
Un fraterno abrazo, ten un buen fin de semana.
sin pálabras amigo muy bueno
Carlos me haces estremecer, que relato tan bueno y tan significativo, entonces sabemos que no estamos solso que uan fuerza de amor nos protege.
b esos.
Wow excelente poema!!
Bueno, Javier, no es un poema es un relato. Gracias igual.
Mis sinceros deseos de una recuperación pronta y plena...
Abrazos cariñosos.
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