Cayendo, todavía mis ojos pueden lastimarte;
cuando la exactitud de los corazones es una prueba de lo que pretendemos
es más fácil dar otra oportunidad que pedirla.
Así que sonríe mientras te adentras en mi medida.
Sucio. Salpicado de óxido. El vacío se ensancha bajo mis pies. Orgulloso de haber caminado sobre mis sonrisas.
Cayendo, atravieso las respuestas que me hablan y me preguntan
si no será más fácil aprender de las serpientes y reptar
en lugar de cabalgar a lomos de una ola hasta que se precipita.
El caos se viste con cadenas de oro
y yo converso con él para que me explique
por qué después del amor quiere tragarse una caída
que va dejando una estela transparente, es verdad, pero no siempre torcida.
No soy más que un eco que devora su propia consciencia.
Un meteoro que se precipita como un látigo hacia su madurez,
y sin embargo, sigo estando a tu lado.
Como ves, la Luna no fue la única que se prostituyó para que la dibujasen en porcelana china.
Debajo del amor. Mi edad no importa.
Las cicatrices caen dentro de mi cuerpo pero no olvidan.
Cayendo. Una sonrisa se dibuja al fin en mis labios.
El miedo resiste en la piel.
El fuego. En mis pupilas.
- Autor: Poeta-Maldito1976 ( Offline)
- Publicado: 12 de noviembre de 2013 a las 12:42
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 58
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
El arte es el alumbre que encanta la lectura de tu poema amigo Poeta Maldito
Un grato placer ser tu amigo
Críspulo el Hombre de la Rosa
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