Tengo una pena en el alma
tan triste tan sola
tan silenciosa
tan merecida
tan mía
tan cómplice que llora.
Son testigos, el poema del perdón tantas veces leído
unas palabras marchitas sobre un papel arrugado
una lámpara, un espejo sin reflejo
un lápiz que extrañaba ser utilizado
y de tanto esperar se murió siendo viejo
Son testigos unas cortinas polvorientas y sucias
una luz débil que con timidez alumbra
que atraviesa por las escaras de mis sueños
regalo de una luna tímida y silenciosa
Son testigos, un aire frío que ingresa sin permiso
que atraviesa por la penumbra e interrumpe mi quejido,
el ladrido de un perro que llega desde muy lejos
y que se merma por el ruido intimidante del viento
Son testigos una cefalea, un insomnio,
un sueño que se convierte en pesadilla
una canción nunca bailada,
y con el alba un viejo bolero que se escucha
desde la habitación de un anciano que no duerme
Son testigos una alarma, un murmullo, una oración, un lamento
un bohemio que recién llega a casa,
en la aurora del día los cantos de un gallo a la distancia
y en la mesa un libro con los brazos abiertos que aún te espera...
Por: Arturo Zárate Curi
- Autor: Angel Arturo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de diciembre de 2013 a las 17:15
- Categoría: Amor
- Lecturas: 186
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Hermosamente grata ha sido la lectura de tus letras amigo Angel
Saludos de amistad de Críspulo
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