Estoy siempre en este blanco granito tuyo, sin desesperar al miedo. Me amas, tal vez, no aseguro el vacío que produzco en tus huesos.
La distancia se hace más grande y no percibo la médula que caracteriza tus besos de barro.
El fin se acurruca en mi espalda y mezo el cuerpo que lo describe, ya nada lo calma, solo está, allí, inmerso en su condición de crío embustero, deseando destrozar al diáfano poseso de memorias futuras.
Partimos de remilgosos deseos asqueados, terminamos aquí, donde nada es, donde nada puede ser ni será. En esta negrura de selva marchita acaba todo lo que no fue pero que siempre quise que sea, así fuera nada.
Sí, aquí, o más allá, no muy lejos, acaba esto que al principio fue nada y que ahora se transforma en alas teñidas de ingravidez.
- Autor: Río Que flota ( Offline)
- Publicado: 11 de diciembre de 2013 a las 01:10
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Una generosa muestra de tu genial quehacer poetico amigo Juguete
Saludos de amistad de Críspulo
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