VIAJE A LA CAPITAL
La cartahabía llegado en el momento exacto. Hacía unos días que rondaba mi mente la idea de alejarme de la casa aunque fuera por poco tiempo. En realidad estaba cansada del acoso al que me sometía involuntariamente la incondicional Rosita. Demoraba mi decisión la incertidumbre sobre cuál sería la acogida de las tías; por ello guardaba mis intenciones, pero hoy, justo hoy cuando regresaba de entregar un trabajo llegó el cartero, que extrajo un sobre desde la bolsa de lona y me lo entregó sonriendo. Con gran ilusión lo recibí y ahí mismo leí su remitente. Estupefacta guardé la carta en el bolso escondiéndola de Rosita. La sorpresa me produjo un injustificado y culposo nerviosismo, por lo que al entrar me dirigí directamente al dormitorio alegando dolor de cabeza, y que iba a descansar. Entorné la puerta dejando una abertura para que entrara un haz de luz. Ella estaba trajinando por la cocina y no me molestaría, por lo que rápidamente rompí el sobre que tenía como remitente a una de mis tías. Era la primera vez que me escribían; solo recibía cartas de Beatriz, mi amiga del colegio. El asombro y la alegría se entremezclaban mientras iba leyendo aquellas pequeñas y prolijas letras. Hacía ya mucho tiempo que no sabía de ellas. Me saludaban utilizando el clásico: “Querida sobrina”. Tomé aire y decidí salir al patio para leerla mejor. Rosita andaba por el gallinero y podía oírla si se acercaba. Me senté en la hamaca del jardín quedando oculta tras los almohadones, recibiendo el tibio sol del mediodía de mayo. “Te escribe tu tía Juanita deseando que estés muy bien de salud, al igual que tu fiel Rosita. Hace unos días nos visitó tu hermano mayor, que nos dijo que eras muy buena bordadora y que trabajabas mucho. Eso es lindo pero muy sacrificado, por eso te estamos invitando para que te vengas con nosotras, ahora que ya eres grande. Aquí podrías aprender alguna otra cosa si quisieras. Las dos tías te queremos mucho y nos harías muy felices si vinieras. Anímate, te recibiremos encantadas. Disponemos de una habitación ya lista para ti”… Mientras la leía se fortalecía mi idea de viajar; me invitaban a pasar una temporada en su casa. Decían que me extrañaban mucho y que no me invitaron antes porque esperaban a estar jubiladas. Ahora ya era mayor y además podían atenderme. La carta era breve. En la despedida me volvía a decir que estarían muy contentas de recibirme, y me mandaba la nueva dirección para que le enviara el telegrama cuando decidiera ir; así me iban a esperar a la Estación de ferrocarril. Apresuradamente finalicé la lectura y volví la carta al sobre para guardarla, más bien esconderla entre las sábanas bordadas y almidonadas que se acumulaban en mi ropero. El sentimiento de culpa para con Rosita estaba presente en mí, pero ya era tiempo de que nos separáramos aunque fuera por un tiempo. Muchos motivos me impulsaban a hacer aquel viaje que imaginaba de tantas maneras. Quería quitarme la soledad del alma, llenar mis retinas de otros rostros, otros paisajes, quizás encontrar un trabajo que no me exigiera tanto esfuerzo para la vista y aliviarme el dolor de espalda. Estaba cansada de trabajar tantas horas y ganar tan poco dinero. En la capital podría ganar más, según me habían contado otras bordadoras que encontraba en la tienda. Tenía ahorros y la mensualidad en la escribanía, así que no había impedimento para concretar el viaje. Toda la indecisión es por ella, por no dejarla sola aunque tiene a su hermana y sus sobrinos. De todas maneras se lo voy a decir cuando estemos almorzando, y si se siente mal dejo para ir más adelante. Con estos pensamientos comencé a sacar la ropa prolijamente guardada, eligiendo la que podría llevar. Deseché algunas prendas para el costurero de la Iglesia, saboreando la idea de comprarme algunas en tiendas, y no por revistas. El dilema se desvanecía por la ilusión creciente y comencé a tararear la canción que escapaba de la radio de la cocina. De esta manera me encontró Rosita cuando me dijo, “¡Qué contenta estás y qué linda canción!” Si ella supiera, ¿cómo reaccionaría? Lo sabría pronto. Traté de distraerla preguntándole a qué hora almorzaríamos para disponerme a bordar un rato antes. Aún tenía una hora, así que me dirigí al comedor donde tenía la máquina junto a la ventana. Desde mi silla podía divisar el patio con piletas pletóricas de mayos blancos y amarillos, el limonero, mandarinos y naranjos ya cargados con brillantes y jugosos frutos. Mi padre los plantó años atrás cuando compró la casa, pero no alcanzó a verlos de esta manera. La hacendosa Rosita se encargaba de atender todo lo referido al jardín y la huerta, donde no faltaban las hierbas aromáticas, el perejil, cebollines, plantas de tomate, lechugas y cuánto se le ocurría plantar. Más atrás se alcanzaba a divisar el gallinero, donde varias gallinas y un gallo le daban entretenimiento, y a mí, el placer de recoger los huevos aún calientes. Esta visión me entretuvo, y por mi mente pasó la idea de que podría extrañar mi casa, y a Rosita. Abrí la caja de los pañuelos con los monogramas marcados para bordar y me senté. El hilo ya estaba puesto, así que pronto comencé a trabajar mientras pensaba cómo se lo diría. Balanceaba qué podría extrañar; la vida en el barrio era apacible y rutinaria, salvo cuando había algún cumpleaños, o las tardes de lotería en la casa de una vecina. Nuestra vida se limitaba a la casa, bordar, levantar, entregar los trabajos y alguna breve conversación en el almacén de la esquina, donde era seguro el encuentro con otras mujeres que hacían las compras diarias. En realidad no era mucho lo que podría extrañar, y la idea del viaje crecía. Detrás de mí se mueve Rosita, tiende el mantel a cuadros, retira el florero de loza que perteneciera a mi madre y lo coloca sobre la mesada de la estufa en un acto rutinario. Prepara toda la mesa como lo ha hecho siempre, y en silencio se sienta a mi lado observando mi trabajo. Sin mirarla ni dejar de bordar le digo:
_Hoy recibí una carta de mi tía Carmen.
_ ¿Y no me lo habías dicho, qué dicen las señoras? Qué están bien, que se cambiaron de casa, y me invitan para que vaya-
_ ¡Qué bien nena! ¡Qué bien! Ya decía yo que no podían ser tan desamoradas.
_ ¿Sirvo la comida mi amor?
_Sí, ya dejo.
La vista del pastel de carne con azúcar, uno de mis platos preferidos me hizo pensar: ¿Cómo sería la comida de las tías? ¿Me atenderían como ella? Estábamos juntas desde mi nacimiento, nos comunicábamos casi sin palabras, atendía todas mis necesidades casi obsesivamente. Las dos comíamos casi en silencio. De pronto me di cuenta de lo poco que sabía sobre ella, así que le pregunté: -¿Cómo era tu vida antes de que estuvieras con nosotros? Se sorprende por la pregunta y hace el intento de retirarse pero la detengo.
-¡No te vayas! Siéntate… vamos a conversar un ratito. Siempre estás trabajando, como si alguien no te permitiera sentar.
-¡No es eso Niña, lo sabes bien! Solo que me gusta que todo esté en orden.
-¡Cuéntame Rosita! ¿Cómo llegaste a nuestra familia?
-Mira, es muy sencillo. Mi padre me llevó a la estancia cuando tenía 19 años, porque tu mamá había tenido a Santiago y necesitaba una muchacha para que la ayudara. Tu hermano lloraba mucho por las noches; entonces yo lo cuidaba de día y la ayudaba en todo lo que podía, para que ella pudiera descansar. Después me quedé porque llegó José, y cuando tus hermanos estaban para irse con tu abuela, para ir a la escuela, llegaste tú…y aquí estamos juntas las dos… hasta ahora.
-¡Sí Rosita! Eso lo sé. Yo te decía… ¿Qué hacías antes?
_Antes…vivía con mis padres en la estancia que ahora es de Don Carlos…cuando era del hermano de tu papá.
_ ¿En la del tío Raúl que falleció cuando yo era chiquita?
-¡Ahí mismo!
_No sabía nada de eso… No lo había pensado… ¿Y cómo era tu vida?
_ ¡Ay Niña!... Hace tantos años…
-¿Fuiste a la escuela? ¡Claro que sí… si seré tonta…si sabes leer!
-Fui un poco porque había mucho que hacer. Tu tío iba poco por “El ombú” pero le gustaba que todo estuviera bien cuidado. De vez en cuando invitaba amigos que iban a cazar; entonces aumentaba el trabajo y mi madre necesitaba mi ayuda.
-¿Quiénes eran los que iban? ¿Los conozco?
-¡No me preguntes más!... ¿Para qué recordar?
-¿Te molesta recordar? ¿Por qué?
-¡Déjame tranquila! Tengo que ir a la cocina.
-¿Tuviste novio Rosita?
-¿Qué te pasa nena, qué estás tan curiosa hoy?
-No sé,… se me ocurrió saber y me haces pensar que algo ocurrió…Algo de lo que no quieres hablar.
-Mira mi Niña, si algo ocurrió ya no tiene importancia… El tiempo pasó y aquí estamos las dos.
-No te quise molestar… ¡Perdóname Rosita!
-Me voy a la cocina Niña; ya hemos hablado bastante. ¿Estás contenta?
-¡No Rosita!... No estoy contenta porque veo que te pusiste mal.
-Mira, ya que estás tan curiosa te voy a contar algo que nunca pensé iba a hablar…pero vaya a saber qué historia te van a contar tus tías. Por eso prefiero contarte yo. Cuando tenía 18 años falleció mi abuelo, entonces mis padres me dejaron a cargo de las tareas de la estancia. Fue cuando Don… tu tío aprovechó que estaba sola y abusó de mí. Yo le tenía cariño y respeto por eso me sorprendió. De nada valió que llorara porque él era muy fuerte y yo le tuve mucho temor, y lo dejé hacer. Me dijo que si les decía a mis padres los echaría de la estancia. Entonces me lo guardé muy en secreto; después esperaba que mis padres se acostaran y se me aparecía en mi habitación… hasta que una noche mi madre lo vio salir y se lo contó a mi padre, que inmediatamente me llevó a la casa de mi abuela.
-Pero…-¿Por qué consentiste? ¡Cuánto debiste sufrir!
-Creo que me daba ilusión… era tan guapo…y yo tan joven que no supe más que obedecer a mis padres.
-¡Ay Rosita! ¿Y después lo volviste a ver?
-No. ¡Nunca más! Después me llevaron a trabajar con tus padres, pero como tu papá no lo quería por la estancia él no iba.
-¿No tuviste novio , entonces? ¿No te enamoraste?
-No tuve tiempo para eso… ¡Ni ganas!
- Sabes que yo creía que había algo entre mi padre y tú. ¿Qué significó él en tu vida? Siempre tan compañeros… hablando despacito y tú siempre atendiéndolo.
-Fue muy bueno conmigo. Después que falleció tu mamá lo ayudé en todo lo que pude. Fueron tiempos difíciles para él, solo… con tres hijos y tú…tan chica y tan triste…
-¡Por eso! Solos los dos…él viudo y tú soltera. ¡Qué raro! Bueno, si dices que no pasó nada entre los dos deberé creerte. ¿Por qué te llevaron a la casa de tus abuelos?
-¡De eso no quiero hablar! Estoy atrasada en la cocina y ya hemos perdido mucho tiempo las dos.
-Rosita…sabes que te quiero mucho, como si fueras mi madre. Quería decírtelo, ya que nunca te lo he dicho. La abracé; sonrió y me dijo: “Y tú la hijita que no tuve”…
-Toma, lee la carta; después vas a la cocina. Me dediqué a observar su rostro mientras la leía. Esperaba su reacción, el llanto, pero nada ocurrió.
-¿Cuándo vas a viajar? me dijo.
-No sé…
-Tienes que aprovechar y visitarlas. Hace tiempo que no las ves. Ustedes son sus únicos sobrinos. ¿Por qué habrá ido tu hermano a verlas? ¡Qué extraño que no haya venido a decírtelo! Bueno, él viene poco por acá. ¿Quieres más pastel?
-¡Gracias Rosita! Me gustaría un té con menta, pero no te apures… Más tarde… ¿Qué vas a hacer sin mí?
_ No te preocupes, tengo mucho para entretenerme… el costurero de la Iglesia siempre está esperando una mano.
Me dispuse a continuar con el trabajo. Ahora más que nunca estaba dispuesta a viajar. Debía entregar los pañuelos y los baberos que estaba bordando, y no levantar más hasta que regresara o... Luego apareció Rosita con un té para cada una. FRAGMENTO
- Autor: macridi (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de diciembre de 2013 a las 19:27
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 668
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios4
A partir de la fecha 11/12/2013 publicaré el cuento "Viaje a la capital" en fragmentos. El mismo fue publicado junto a otros relatos, poemas y trabajos fusionados. La presentación del libro se realizó en Mercedes -Uruguay. Si alguien quisiera ver la misma, lo puede hacer buscando en YouTube . Aparece así: Presentación del libro Viaje a la capital de Cristina Díaz 15 /11/2013. Deseo que les depare algunos gratos momentos. Saludos y Felicidades para tod@s.
me gusta el relato, leyendo el primero me estimula a seguir leyendo más. Saludos
Muchas Gracias Lissi! A los efectos de la publicación lo fragmenté en 7 partes, en días consecutivos. Si los lees a todos me gustaría tu comentario. Un gran abrazo de fraternidad y amistad, con le deseo de Felicidad en estas fechas tan especiales. macridi
Pues leí esta primera parte, amiga... Ya ire a leer la segunda. Un abrazo y felicidades por su libro... Un hermoso logro...
Saludos
Muy hermosas y placenteras tus geniales estrofas, estimada poetisa y amiga Cristina
Un placer pasar por tu portal
Saludos de tu amigo Críspulo
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias por tu visita ,amigo Críspulo. Te habrás dado cuenta que lo compartí en fragmentos, por lo extenso. Un abrazo y besos a tu alma. Tu amiga Cristina (macridi)
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