A mi amigo José Tomás García
Desabrido llegó el otoño
y deshojó tu vida de nuestros rostros,
acabó con tu labor de hortelano
y agostó, tu inmenso corazón de granado.
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Aunque a menudo no nos veamos,
la amistad no terminará para nosotros.
Te dije, con tono cariñoso
aquel día, que en tu casa te vi apenado.
Te volví a ver un día de verano
y apareció un resurgir en tus ojos,
—aunque un tanto receloso—, te vi más animado;
por eso alegremente te abracé, como a un hermano.
Pero la herrumbre usurpó tu armadura
y el ángel negro diluyó tu vida,
oí un réquiem que me seguía
cuando a laborar partí,
la alborada de aquel día.
Hoy vuelvo hasta aquí
y mis pupilas ven la luz de tus ojos.
Veo en mi mente tu perfil,
paseando en nuestro tiempo de ocio
y aquel ayer que nos hacia reír
recordando, nuestros días locos.
¿Dónde fueron los minutos sin horario
de nuestros sábados de fútbol glorioso.
Y de aquellos interminables jolgorios,
que aquel grupo, destellaba en tus ojos?
¿Y de nuestros viajes
aquel andar por los pueblos y montañas,
el cariño, la pena y el debate
y las salidas los fines de semana?
Con la sencillez de como te entregabas
llenabas nuestras vidas de colores,
tus acciones el alma agrandaba
con tu carro repleto de ilusiones.
Ahora, desperdigados por el camino
se van parando nuestros relojes,
y despeñados en un abismo
van preguntando los corazones.
Hay una languidez que me ensombrece
por eso vengo a ti, a contarte que estoy solo,
que vago conversando con los puentes
en busca del amigo, que tanto añoro.
Te marchaste fugazmente
partiste como un meteoro,
y aunque perenne en mi mente
el veintinueve de septiembre,
desolado aún te lloro.
J. Marc. Sancho 29/09/2013
- Autor: J.Marc.Sancho ( Offline)
- Publicado: 20 de diciembre de 2013 a las 17:53
- Categoría: Amistad
- Lecturas: 187
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