La muerte vocifera tu nombre ¿La escuchas?/ Sangre coagulada se derrama de su voz/ Ojos gelatinosos cuelgan sobre su cuello/ Donde enclava sus frígidos pies/ Se revuelven huesos, harapo y mugre/ La carne se pudre en densa tiniebla,/ Mientras un “hervidero de gusanos” desmenuza tu corazón/ Las moscas descienden para danzar sobre tu hedor./ ¿Puedes ver su flameante silueta?/ Porque yo si la percibo emplastada en tu aliento/ ¡Si, dilo! -ja ja ja-/ Dilo con toda franqueza/ ¡Quieres vomitar la tierra que inflama tu cuerpo!/ ¡Quieres exprimir tu alma por sangrar de nuevo!/ ¡Quieres reventar tu voz por sentir el cielo!/ ¡Quieres incinerar el ataúd donde se pudren tus huesos!/ ¿Cierto? Pues aquí está la muerte tan viva y relumbrante/ Anda, pálpala, pruébala en tu carne fétida y descompuesta/ Que su faz, la dibujan las lombrices, las larvas y las bacterias/ Que crecen, comen y se multiplican como último Vestigio humano de tu ilusoria grandeza./ ¡Los dioses son pútridas miasmas!/ Nada más sirven para engordar gusanos./ En las catacumbas de la historia queda toda la vanagloria humana/ Y el reposo eterno no es más que eterna pestilencia./ Las luciérnagas titilan con las campanas/ En una medianoche fría, con niebla disipando la luz de los faroles./ De repente descubro un presagio invernal/ Una cripta abierta deja escapar unas ilusiones difuntas/ Y veo mi rostro, podrido, adornando ese hueco.../ Estoy tan dentro, bajo tierra, como asquerosamente muerto/ Con siniestros engendros hartándose mis restos,/ Brotando de uñas, estomago, ojos, dientes y garganta.../ Sonrió porque soy festín de tan repugnante microcosmos viviente en la muerte./ Pero, entonces, ¿Si yo estoy muerto?/ ¿Tu que me oyes acaso estarás vivo?/ ¡No! ¡Es imposible!/ Te vi caer bajo los colmillos de la muerte./ O tal vez, ¿Lo que vi fue mi rostro, luciendo una muerte telúrica?/ De cualquier manera, si ya estoy muerto/ ¿Como es posible que aun pueda escuchar mis pensamientos?/ ¿Sera que las ideas nunca duermen?/ Ni en los más oscuros, silentes y estáticos momentos./ ¡Las ideas no duermen ni aun cuando has muerto!/ Poco a poco desaparezco como alimento de insecto/ Que brotan de todos los rincones de mi nauseabundo cuerpo/ Y ahora; me encandila la certeza, que oculta en vida/ La desentierro a través de la muerte: ¡Los sueños de los vivos despiertan cuando están muertos!/ Mi voz se difumina con el silencio de la madrugada/ ¡No olviden vuestras raíces forjadas de las tumbas y los cementerios!/ ¡Porque son la simiente de vuestros frutos!/ La tierra putrefacta ha parido la más hermosa de las orquídeas./ Casi doscientos años... De ignorados, podridos y olvidados ¡Y los sueños de los muertos despiertan en el sur de América!/ “La vida es un sueño que se transforma en otro sueño”/ Hasta que llega la muerte y nos despierta./ La última gota de mi existencia se desvanece/ Ojala algún día... Mis sueños también despierten.
- Autor: Tánatos (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de diciembre de 2013 a las 14:38
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 34
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Son hermosas tus metaforas ensambladas en la prestancia de tus gratificantes letras amigo Tánatos...
Feliz entrada del año 2014...
Tu amigo Críspulo el Hombre de la Rosa...
Gracias, me alegra que le gustaran.
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