Ciudadano de Madrid

Donaciano Bueno

Tu eres pollo de perdiz

que navega sin consuelo,

sin poder alzar el vuelo,

despistado entre los surcos

asfaltados y parduzcos

por las calles de Madrid.

 

De esta ciudad casquivana

repleta de mercaderes,

hombres, niños y mujeres,

que al clarear la mañana

raudos a hacer sus deberes

movidas en arrebato

van pintando un garabato

con su fluido barniz.

 

Largo cual día sin pan

corriendo vienen y van

como si fueran autistas

mientras automovilistas

pegan gritos sin parar

y no dejan de mirar

a unas luces de colores.

 

Ni se fijan en las flores

que al lado de la calzada

repartiendo van olores,

ni reparten sus amores,

cortesía, simpatía,

con su sonrisa forzada,

a los que van por la vía.

 

Avanzan sin ton ni son

cual si estuvieran posesos,

son de sus deseos presos

que danzan bailando al son

que le marca el diapasón,

de sus impulsos obsesos.

 

Es el rio en que esto fluye,

en su enorme laberinto,

que nada más dar un paso

te encaraman al parnaso,

para ir después corriendo

y descender al infierno.

Aquí nadie se escabulle,

y al final siempre confluye

y vuelta así a su recinto.

 

Atrapados sin consuelo

en esta cruel telaraña

el ser humano fenece

segado por la guadaña

que le corta mientras crece

para acabar en un duelo.

 

Si mirándote a este espejo

has visto aquí tu reflejo

eres un pobre infeliz,

eres como esa perdiz,

ciudadano de Madrid,

tu eres poco más que eso.

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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    La esperanza de la poesía se basa en el ingenio de todos los poetas y poetisas que sepan describir con amor sus pensamientos...
    Un placer poder leer tus bellas letras amigo Donaciano Bueno...
    Un saludo fraternal de amistad de Críspulo...

    • Donaciano Bueno

      Para pensar y soñar
      y para escribir, poeta,
      hay que subirse al altar
      y en el mismo profesar
      la soledad del asceta.

      Y en su mente penetrar
      aislandose del mundo,
      y hundirse en lo profundo
      del alma, y allí esperar
      que el sueño sea fecundo.

      Y leer, a los poetas leer,
      a Machado o Baudelaire,
      y de sus fuentes beber,
      y escuchar a esos profetas
      sin jamás desfallecer.



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