Un fama tenía un reloj de pared y todas las semanas le daba cuerda CON GRAN CUIDADO. Pasó un cronopio y al verlo se puso a reír, fue a su casa e inventó el reloj-alcachofa a alcaucil, que de una y otra manera puede y debe decirse.
El reloj alcaucil de este cronopio es un alcaucil de la gran especie, sujeto por el tallo a un agujero de la pared. Las innumerables hojas del alcaucil marcan la hora presente y además todas las horas, de modo que el cronopio no hace más que sacarle una hoja y ya sabe una hora. Como las va sacando de izquierda a derecha, siempre la hoja da la hora justa, y cada día el cronopio empieza a sacar una nueva vuelta de hojas. Al llegar al corazón el tiempo no puede ya medirse, y en la infinita rosa violeta del centro el cronopio encuentra un gran contento, entonces se la come con aceite, vinagre y sal, y pone otro reloj en el agujero.
- Autor: moebious ( Offline)
- Publicado: 12 de febrero de 2014 a las 12:02
- Comentario del autor sobre el poema: Texto perteneciente a "Historias de Cronopios y Famas", de Julio Cortázar.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 32
- Usuarios favoritos de este poema: Sara (Bar literario), Ramón Bonachí, monique ele
Comentarios1
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