En la pasada primavera
cuatro rosas primorosas
nacieron en mi jardín,
variopintas y olorosas,
ribeteadas de carmín.
Cada día al despertar
sentía la imperiosa necesidad
de contemplar su fulgor y lozanía
viendo pasar los días.
Llegó el otoño y las cuatro rosas
seguían bellas, firmes y vigorosas
y a mediados de diciembre
tres de ellas perdieron sus hojas.
Sin embargo la cuarta rosa,
la más alta, la más hermosa
permanecía igual de luminosa
siendo la musa de mis estrofas.
Y llegó el gélido invierno
y la solitaria ros resistiendo
las inclemencias del tiempo,
parecía una reina o una diosa
con su cáliz mirando al cielo.
Y cada noche al acostarme
sentía por ella el alma encogida
pues quizá mañana al levantarme
la encontrara por la tierra tendida.
Y pensaba en la rosa con devoción
como vivo ejemplo de superación
donde el tiempo la dejó desolada
y un tanto envejecida y arrugada.
Pero ella seguía tan radiante
como si quisiera demostrarme
con su infinita fuerza y valor
que hay que seguir adelante
hasta más allá del dolor.
A la mañana siguiente
me despedí de ella con el corazón,
la acerque a mis labios suavemente
poniendo en ella un beso de pasión.
Y decidí poner fin a mi sufrir
viéndola tanto tiempo resistir,
la separé de su verde tallo
y con ella entre mis manos
a San Luís se la ofrecí.
Fina
- Autor: Fina (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de febrero de 2014 a las 17:35
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 103
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Una hermosura tu bello poema amiga Fina
saludos y amistad
Buenas noches Maestro: Muchas gracias por leerme y su afecto...
Un abrazo.
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