Enelda vivía en una humilde cabaña con su mamá, con su hermana mayor llamada Elvira, y con su perrita “Sorpresa”.
Era una casita donde habitaban las tres mujeres, porque Enelda a sus ocho años ya se sentía grande como su hermana Elvira que tenía catorce.
La mamá de ambas salía a trabajar desde la mañana hasta la tarde y Elvira atendía a su hermana menor, ayudándola a realizar sus tareas y enseñándole otras tantas para que aprendiera a enfrentar la vida como lo hacían ella y su mamá.
Elvira, quiero que cuentes un cuento, le dijo Enelda a su hermana. Ese cuento bonito que habla de la playa donde una ballena y un delfín eran amigos y del pajarito que picoteaba al sol creyendo que era una mazorca de maíz.
Enelda con mucha paciencia y dedicación, volvía a contar el cuento a su hermana, aunque ya había perdido la cuenta de las veces que se lo había leído; a veces hasta se daba el lujo de agregarle cosas nuevas para que la historia se hiciera más interesante.
En una playa muy hermosa habitaban muchos peces, todos eran amigos, pero la amistad más grande era la de una ballena y su amigo el delfín. Cuentan que ambos ya cansados de nadar en las profundidades del mar, quisieron ir hasta la orilla de la playa, para ver cómo era eso.
No, no vengan por favor, le decía cantando un alegre pajarito que siempre revoloteaba por las orillas de la playa, esperando que el sol saliera para darle unos picotazos suaves y alimentarse de rayos tibios, amarillos como el maíz.
No vengan, porque pueden encallar y será muy difícil devolverlos de nuevo a las profundidades – repetía con mucha insistencia.
Pero los dos amigos del mar no oían sus consejos, querían conocer la playa y encallar quizá era parte del riesgo que tendrían que correr. Tal vez allá haya niños y según nos cuentan, los niños son muy ágiles para devolver ballenas y delfines a la profundidades del mar.
Y así Elvira continuó relatando la historia de siempre a su hermana Enelda hasta que se quedó profundamente dormida con el libro en la mano. Suele ocurrir que siempre se duerme es quien oye la historia, no quien la cuenta, pero así ocurrió esta vez.
Cuando Elvira se despertó no estaba su hermanita en la cabaña; la buscó por todas partes y nada que aparecía.
Enelda, Enelda, ¿dónde estás? gritaba Elvira, pero solo un profundo silencio era la respuesta.
Elvira estaba asustada, buscaba y buscaba a su hermanita y ésta no aparecía por ninguna parte. Así que decidió como última opción, dirigirse a la playa que quedaba cerca de su casa a ver si la suerte la acompañaba y de esa manera encontrar a su hermana en aquel lugar.
Al llegar, efectivamente allí estaba Enelda junto a su perrita “Sorpresa”, a orillas de la playa, jugando con la ballena y el delfín y viendo al pajarito picotear al sol.
Las dos hermanitas se abrazaron sonrientes y comenzaron a buscar la forma de devolver al mar a la ballena y al delfín después que conocieran todo y jugaran con ellas en la orilla de la playa.
Fue el mismo pajarito quien los llevó hasta las profundidades del mar, ya que el sol con sus rayos de fuego, con tantos picotazos que le había dado, le había endurecido el pico y podía cargar cosas muy pesadas.
Así al finalizar la tarde Enelda y Elvira se despidieron en la playa de sus amigos que alegremente viajaban en el pico del pajarito y ese mismo día escribieron un nuevo capítulo al famoso cuento que tanto les gustaba… Ese de la playa donde la ballena y el delfín eran amigos y del pajarito que picoteaba al sol creyendo que era una mazorca de maíz.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Derechos Reservados
Bajo el Nro. 55620214
Maracaibo, Venezuela
- Autor: Diaz Valero Alejandro José ( Offline)
- Publicado: 18 de febrero de 2014 a las 10:26
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: claudia07, DELICADA ABRIL
Comentarios1
hermoso cuento amigo poeta ,
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