En un ambiente donde el mayor elemento en la atmósfera es la pólvora, el oxígeno resulta siendo algo extraño, pero aún así es posible respirar. La transición día/ noche termina pasando desapercibida. Los soldados atrincherados en la línea de la vida dudan de su propia existencia, no hay nada más perverso que esperar a la muerta en alerta como si de una invitada de honor se tratara. Valiosos hombres cuyo único analgésico es ignorar el propio dolor de sus heridas ya no creen en estrellas fugaces, sino en misiles fulminantes, temen hasta de su propia sombra y ya no entienden las falsas promesas de un nuevo sol radiante, ni de una luna llena que le brinda su luz protectora.
Hombres que morirán en el olvido, resignados y abatidos, quizás en el mejor de los casos citados en una pequeña línea de un libro que casi nadie leerá. Valientes que lucharán ya no por defender a su país sino para prolongar su vida, huirán despavoridamente buscando un lugar para refugiarse sabiendo que la munición de sus armas se ha acabado. Mortales, finalmente como todos, sucumbirán sus cuerpos en un sepulcro previamente premeditado. Prójimos cuyo odio entre ellos fue inventado por políticas absurdas, su único deseo fue que se le permitiera dormir para escapar del sufrimiento del cual ellos habían elegidos.
- Autor: Neptuno (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de febrero de 2014 a las 00:15
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 33
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, Noelia-girasol
Comentarios2
Es un muy buen y profundo relato, esa marchita visión que nos deja la guerra y tanto dolor nos trae.
Excelente.
Un abrazo.
Muy agradable la lectura de tu prosa amigo Neptuno...
Saludos y amistad desde Torrelavega...
Críspulo, El Hombre de la Rosa...
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