Que triste tener que solo mirar, entre la selva y la maleza
Este regalo mágico de la naturaleza, el capricho de tu belleza,
Y el fuego de tu andar, tu respiro y tu cantar. Toda tu.
Mirar los manantiales que nacen en tus labios,
E imaginar que de lejos mojan las colinas de mis brazos,
Bajan como lluvia sobre mi mente ausente, indecente
Que se imaginan mil cosas que en resumen dicen quererte,
Imagino queriendo no imaginar mas el tener que no tenerte,
Lejana sombría con tu sonrisa de niña, enamorada y galante,
Grande como el fuego de tu entraña, ese quien me dice con arte,
No murmurar mas en silencio mirando a tus fauces, marcharse.
Que triste tener que mirar, la octava maravilla del mundo. Tu sonrisa
Acostada sobre el intrépido camino, por donde no camino, ni paso
Ni el paso de mi pensamiento haya atrapado un segundo tus besos,
Solo mirar como horizonte lejano e incierto cuan más te alejas del verso,
Pero sin dejar de enriquecer lo que jamás morirá en mi recuerdo,
Musa que nunca sabrás para quien mi rima se alinea sobre la cuna del verbo,
Tratando de plasmar el sentido desesperado de aquel hombre enamorado y sincero
Musa de mi verso, universo y silencio, blanca ironía, solo a ti puedo decir que te quiero.
Y has de caminar llevando los retazos de mi aposento guardados al tiempo.
Ocultos sobre el fugaz firmamento y de piedra como este fiero lamento,
Lleva los minutos juntos que no estuvimos cerca, y las noches que jamás amanecieron,
Y también el grito desesperado, de hombre enamorado que solo puede decir te quiero,
En este momento, instante y circunstancia te reclama con clamor mi pecho,
Te reclama con la angustia de una herida sangrante sin poder cerrarse,
Y con la premura de aquella luz que tu no quieres que se apague.
Al deslizar, mi cruda mirada unos diez segundos por tus pupilas opacas, mi cuerpo arde,
Y se adormece el deseo perpetuo de querer y solo querer mirarte.
Crees que no imagino ¿cómo será? llegar hasta tu alcoba, hasta tu alfombra y con hambre,
Pues si lo imagino, imagino como explorar tus pieles con la suavidad del desierto de arena blanca,
Imagino llegar hasta tus brazos fervientes y pedirte un gran beso entre las carnes,
Devorando el deseo y apagando la sed de querer y más querer amarme.
Imagino despertar ese hielo y cabalgar sobre el viento con el tesoro a mi lecho,
Terminar en silencio y entre el tiempo despertar con el más tierno beso,
Lleno de tu anatomía, mi octava maravilla, a quien dedico este verso.
Este regalo mágico de la naturaleza, el capricho de tu belleza,
Y el fuego de tu andar, tu respiro y tu cantar. Toda tu.
Mirar los manantiales que nacen en tus labios,
E imaginar que de lejos mojan las colinas de mis brazos,
Bajan como lluvia sobre mi mente ausente, indecente
Que se imaginan mil cosas que en resumen dicen quererte,
Imagino queriendo no imaginar mas el tener que no tenerte,
Lejana sombría con tu sonrisa de niña, enamorada y galante,
Grande como el fuego de tu entraña, ese quien me dice con arte,
No murmurar mas en silencio mirando a tus fauces, marcharse.
Que triste tener que mirar, la octava maravilla del mundo. Tu sonrisa
Acostada sobre el intrépido camino, por donde no camino, ni paso
Ni el paso de mi pensamiento haya atrapado un segundo tus besos,
Solo mirar como horizonte lejano e incierto cuan más te alejas del verso,
Pero sin dejar de enriquecer lo que jamás morirá en mi recuerdo,
Musa que nunca sabrás para quien mi rima se alinea sobre la cuna del verbo,
Tratando de plasmar el sentido desesperado de aquel hombre enamorado y sincero
Musa de mi verso, universo y silencio, blanca ironía, solo a ti puedo decir que te quiero.
Y has de caminar llevando los retazos de mi aposento guardados al tiempo.
Ocultos sobre el fugaz firmamento y de piedra como este fiero lamento,
Lleva los minutos juntos que no estuvimos cerca, y las noches que jamás amanecieron,
Y también el grito desesperado, de hombre enamorado que solo puede decir te quiero,
En este momento, instante y circunstancia te reclama con clamor mi pecho,
Te reclama con la angustia de una herida sangrante sin poder cerrarse,
Y con la premura de aquella luz que tu no quieres que se apague.
Al deslizar, mi cruda mirada unos diez segundos por tus pupilas opacas, mi cuerpo arde,
Y se adormece el deseo perpetuo de querer y solo querer mirarte.
Crees que no imagino ¿cómo será? llegar hasta tu alcoba, hasta tu alfombra y con hambre,
Pues si lo imagino, imagino como explorar tus pieles con la suavidad del desierto de arena blanca,
Imagino llegar hasta tus brazos fervientes y pedirte un gran beso entre las carnes,
Devorando el deseo y apagando la sed de querer y más querer amarme.
Imagino despertar ese hielo y cabalgar sobre el viento con el tesoro a mi lecho,
Terminar en silencio y entre el tiempo despertar con el más tierno beso,
Lleno de tu anatomía, mi octava maravilla, a quien dedico este verso.
- Autor: ROYH (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de marzo de 2014 a las 11:24
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 402
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.