En este momento solo recuerdo su belleza sentada en la oficina, escondida detrás del monitor.
Hace cuatro meses que Gloria se mudó a la ciudad y empezó a trabajar al otro lado de mi cubículo en la oficina.
Ese hermoso cabello pelirrojo y esos ojos verde esmeralda, su piel blanca y su delicioso olor a rosas.
Esa tarde salí de mi auto y toque a su puerta:
-Buenas tardes Gloria-
-¡Rodrigo!, buenas tardes. ¿Qué necesitas?-
-¿Quieres salir conmigo? ¡Te traje unas flores!-
-Mmmh…Rodrigo, me halagas, pero no eres mi tipo. Como amigos ¿sí? Hasta mañana, descansa-.
Y me cerró la puerta en la cara. Fue tan molesto, mis dientes rechinaban y mis puños se cerraban. La sangre me hervía. Di la vuelta, subí a mi auto y regrese a casa.
Al día siguiente en la oficina seguí insistiendo, solo quería un sí, un sí y podría tenerla junto a mí, rozar y frotar su piel blanca junto a la mía y embriagarme con su olor.
-¡Ay, ya Rodrigo! Está bien. Saldré contigo… ¡Pero después me dejaras en paz! Solo cenaremos y ya. ¿Entendido?
-Sí, Gloria. Gracias por aceptar mi invitación. Pasare por ti a las ocho-.
Regrese a mi cubículo, abrí el cajón de mi archivero y lo vi. Espere mucho tiempo para usarlo. Y al fin esa noche lo usaría.
Llego la noche, me puse mi traje Aldo Contti, azul marino; y subí a mi auto.
Toque su timbre, Gloria salió y subió al auto.
Tenía puesto un hermoso vestido rojo, con un enorme escote en la espalda que corría hasta su espalda baja, y traía un costoso collar de perlas.
Arranque el auto, pronto llegamos a “Bistró” y pedimos una mesa junto a la ventana.
- ¡Wow! Rodrigo este restaurante es hermoso-.
Tome su mano y dije: -Solo lo mejor para una flor tan preciosa y exquisita como tú-
Ella se sonrojo: -Mejor ordenemos-.
De pronto una mujer como de unos 35 años, morena y de cabello largo y negro, se acercó a nosotros.
-¿Qué desean ordenar?-
-Yo deseo una ensalada cesar, seguida por una sopa ministroni, lazzagnia como plato fuerte y unas crepas de zarzamora y queso cottage como postre-
-¿Y usted señor?-
-Lo mismo que ella, y una botella de vino Riunite-.
La camarera se retiró.
Gloria me miró y dijo:-Tienes buenos gustos-
Me acerque a ella y susurré: -Espero tener una oportunidad al final de esta noche-
-Ah, Rodrigo, no quiero ser grosera, pero como ya te dije no me gustas, no estoy interesada en ti-.
-Aquí tiene su orden-
-Gracias, voy al baño-
-Sirva las copas, por favor-.
Sentí como mi vena carótida se exaltaba, vi la copa de vino, solo yo y esas dos copas. Tome el frasco blanco y vacié el polvo en su copa.
-Ya. Gracias por esperar-
-No hay problema-
-Espero que no estés molesto por lo que te dije-
-Claro que no. Tú ya me habías dicho que no. Y yo seguí insistiendo. ¡Enserio!. Todo está bien. Es una cena de amigos-
-Gracias por comprender-.
La vi beberse toda la copa. Y de pronto, llego el momento que ansié tanto. Se desvaneció en la silla. Pague la cuenta, la tome en mis brazos y justo cuando iba a subirla al auto, alguien me detuvo.
Gire irritado, era la camarera.
-¡Oiga! ¿A dónde cree que lleva a esa chica?
-La llevo a casa. Mezclo su medicina con el vino-
-¡No es verdad! ¡Yo vi cuando usted le puso un somnífero en su copa! Déjela aquí, cuando despierte yo la llevare a su casa-.
Tenía ganas de matarla, se estaba interponiendo con mi único deseo. Pero cuando voltee ya había más camareros fuera. Tome aire, deje a Gloria ahí. Y me fui en el auto.
Espere en mi sala a que diera la una, bebí una copa de whisky, fume un habano y el reloj sonó. Tome un cuchillo de la cocina y subí al auto.
Pare fuera de la parte trasera del restaurante, la camarera estaba sacando la basura. Llegue por detrás, le di la vuelta y la tumbé al suelo. Empezó a gritar y le encajé el cuchillo del cuello hasta el vientre; la sangre…la sangre era marrón y los intestinos se resbalaban entre mis manos. Se sentía increíble, era refrescante y satisfactorio, sentir desvanecer la vida de los ojos de esa mujer. La mujer que había evitado que sintiera el cuerpo de Gloria junto al mío. Me pare exhausto, sin aire. Subí al auto y me fui a casa.
A la mañana siguiente llegue a la oficina. Y justo antes de entrar a mi cubículo me encontré con Gloria.
Me dio una bofetada y dijo:
-Eres un imbécil, estúpido, mal nacido.- Me empujo contra una oficina.-Dime, ¡dime! ¿Qué demonios pensabas hacer después de drogarme? Eh. ¡Habla, dime!-.
Me escupió y entro al baño.
La cólera llenaba mi cuerpo, cheque mi salida y fui a fumar al parque.
Espere que fuera hora de almorzar en la oficina, me dirigí al estacionamiento. Vi a Gloria subiendo a su auto, me acerqué por detrás y ella vio mi reflejo por el cristal, pero alcance a acorralarla antes de que pudiera escapar. La besé.
-Rodrigo, déjame, ¡déjame!- Empezó a golpearme, pero le tape la boca.
-Calla. ¡Cállate! Silencio Gloria. Este es nuestro momento- Le susurre al oído - Y lo vamos a disfrutar-.
Si aún recuerdo…aún recuerdo el aroma de su piel, su terso cabello y sus ojos, un par de canicas verdes esmeralda. Aunque es una lástima que no haya podido sentir su calidez.
Pero hoy, sentado en esta silla, a la espera de que la electricidad corra por mis venas, me alegra tener el recuerdo de la bella Gloria.
- Autor: Nayomi (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de marzo de 2014 a las 04:58
- Comentario del autor sobre el poema: Un cuento con un pequeño toque a la Edgar Allan Poe
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, samudio
Comentarios2
Muy bello tu gratificante y hermoso cuanto amiga Nayomi
Saludos de tu amigo Críspulo
Amigo Crispulo, que bueno que le gusto. Gracias por su apreciación.
buenísimo, me imagine todas las escenas, muy impresionante!!!
Samudio, que bien que te haya gustado. Precisamente esa era la idea, que el lector logre imaginarse las acciones.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.