Aviso que he vuelto después de muchos años ausente.
En las calles desoladas,
levanto piedras,
levanto hambre,
levanto muerte,
que a horcajadas viene
montando el gualdo corcel
que describió el profeta,
con la mirada hueca
de sus cuencos.
Bajo el polvo entre varillas
y alambrón,
manos y brazos
salen inertes,
contundidos,
deformes, machacados.
Aullidos y llanto
Desgarrador anuncio
del dolor, de incertidumbre.
Humo, fuego, olores
putrefactos se levantan
por los aires, anunciando
el arribo de las plagas,
enfermedad y fiebre,
por las cuales las vidas
languidecen,
y se apagan finalmente,
con los ojos fijos, y los labios
amoratados y resecos,
en la final expiración
con la que entrega
el espíritu a su Autor.
Acá se desgarran las ropas
o se apuñala el vientre
por un bocado
de pan o un sorbo de agua,
que las fieras no comparten
con los chacales la presa caliente,
solo las sobras.
Los que se sienten alfa en la manada
tratarán de hurtar aun
lo que se regala en abundancia
y tras el humo se percibe
el caballo escarlata de la guerra.
A lo lejos se escucha un pregón
de uno que viene montando
un potro zaino:
"Dos libras de trigo
y seis libras de cebada
por el salario de un día…"
Solo el blanco caballo del espurio
está ausente de este cuadro.
Mujeres,
llorad por vuestros hijos,
por los que yertos
la urgente caridad les ha provisto
de un albo sudario para cubrir
sus carnes muertas.
Llorad, oh insensibles avaros
por cuya codicia los esqueletos
de los más miserables
se cubren de ébano,
y huesos raquíticos
sostienen vacilantes
los cuerpos de los muertos
vivientes que tan solo
aguardan a estar bien muertos
al fin y descansar en el polvo
ardiente de las selvas.
Necios llorad, porque tan grande
es vuestra ceguera que no advertís
el fin que hay en esta contienda.
Piadosos, llorad, porque vuestra
sordera no os permite escuchar
sino el estruendo de los muros
crujientes cayendo al ras del suelo,
y no podéis escuchar la voz
de Aquel que os llama.
Soberbios llorad, porque tenéis
esclerosado a tal punto el corazón
que no podéis volveros niños.
Llorad Mundo, llorad, porque
aun en medio del dolor
de esta gente, no dudo que alguno
habrá de llenar sus alacenas
con lo que de misericordia muchos
han venido a dar.
Llorad insensatos, quizá Dios quiera
tener misericordia de vosotros… todos,
y poniendo colirio en vuestros ojos, veáis.
Que Dios, así lo quiera.
- Autor: Carlos Cabonaro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de enero de 2010 a las 10:19
- Comentario del autor sobre el poema: Haití, una señal de alerta para quien crea, para quien no cree, es tan solo un incidente más. Duele mirar el sufrimiento de quienes toda su vida han sido esclavos primeramente, esclavos espirituales, luego esclavos de los hombres, y de sí mismos.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 216
Comentarios2
Te diré que lo que creo es que esta es una poesía desgarradora, y talentosa.
Besos Poetazo
Es una y muy buena crítica a lo injusto.
Muy social, muy humano, ejemplar.
[email protected]
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